El requiem de un corazón roto - Capítulo 847
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Capítulo 847:
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«¡Rachel, querida, gracias a Dios!» Samira entró corriendo, con el rostro tenso por la preocupación.
«No apareciste por la oficina y tu teléfono estaba apagado. ¡Estábamos tan preocupados!»
Rachel se llevó una mano a la frente, aún aturdida.
«Siento haberte preocupado. Cogí un resfriado y debo haber dormido demasiado».
Alban se adelantó, con expresión seria.
«Déjame llevarte al hospital».
«No hay prisa». Ella se alejó de su preocupación.
«¿Le contaste a Allan sobre mi…»
Alban negó con la cabeza.
«No, no pudimos localizarte, pero no quería que se preocupara demasiado, así que me callé».
«Bien. No se lo digas», dijo Rachel con calma. «Deja que se centre en su trabajo. Me encuentro un poco mejor y hoy descansaré en casa. Samira, ¿podrías traerme los archivos que necesito revisar?».
Samira frunció el ceño.
«Tienes muy mal aspecto. Tómate el día libre y descansa bien. El departamento no se vendrá abajo sin ti por un día».
Alban asintió con la cabeza.
«Tiene razón. El Sr. Vance ya fue advertido sobre ti antes de irse. Si se entera de que estás enferma, se sentirá aún peor por no estar aquí».
Rachel suspiró, cediendo.
«Bien. Descansaré hoy y volveré al trabajo mañana».
Esa misma noche, después de cenar, Rachel tomó su medicina y se acurrucó en el sofá.
Su intención era ver algún programa de variedades para relajarse, pero antes de darse cuenta, la somnolencia se apoderó de ella y se quedó dormida.
Cuando Allan regresó, encontró a Rachel acurrucada en el sofá, con el camisón azul claro cubriéndole el cuerpo. Tenía una mano en la frente y los ojos cerrados, sumida en un profundo sueño. Con cuidado de no despertarla, dejó su equipaje en el suelo y se acercó.
La manta de felpa se había deslizado. Al ver sus largas piernas desnudas, a Allan se le cortó la respiración.
Con la mandíbula tensa, apartó rápidamente la mirada y volvió a taparla con la manta. Exhaló lentamente, tranquilizándose.
Al ver lo plácidamente que dormía, decidió no molestarla.
En lugar de eso, se agachó y la levantó con cuidado en brazos.
Su proximidad le hizo sentir calor en el pecho, el suave aliento de ella rozándole la piel. Se le aceleró el pulso.
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