El requiem de un corazón roto - Capítulo 841
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Capítulo 841:
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A Allan se le quebró la voz e hizo una pausa, luchando contra el nudo en la garganta.
Los recuerdos eran tan recientes como si acabaran de ocurrir.
Exhaló, sobreponiéndose a las emociones.
«Después de eso… Creo que la carga emocional, combinada con la fría lluvia, rompió algo dentro de ella. Esa noche, la fiebre de Lizzie se hizo insoportable. Era demasiado para ella, demasiado para alguien tan joven y vulnerable. La fiebre le pasó factura y, al final, le robó la vista».
Los ojos de Rachel brillaban de emoción mientras escuchaba, el peso del dolor de Allan hundiéndose profundamente en su corazón. Incapaz de contenerse por más tiempo, se levantó de su asiento y lo abrazó con fuerza.
El dolor que sentía era demasiado para cualquiera, sobre todo para alguien tan amable y compasivo como Allan, que debía de culparse a sí mismo por haber llevado a Lizzie a ver a su madre. Aquel momento le había perseguido durante años, atrapado en una pesadilla de pesadillas y remordimientos. Pero ahora, al abrirse, por fin podía empezar a liberarse de parte de esa carga.
«Allan», susurró Rachel, con voz suave y tranquilizadora. «Esto fue un accidente. Una tragedia inesperada. No tienes por qué cargar con esta culpa. Tus intenciones eran puras: sólo querías cumplir el deseo de Lizzie de ver a su madre. Y a pesar de todo, mírala ahora. Sus ojos se han curado, y más que eso, se ha convertido en una niña brillante, alegre y compasiva.»
Rachel recordó brevemente la reacción de Lizzie cuando vio a su madre. Por lo que había visto, Lizzie parecía feliz, no afectada por el pasado. Respiró hondo y añadió con voz más suave,
«Si te soy sincero, creo que Lizzie, al ser tan joven entonces, probablemente haya olvidado por completo ese día».
La voz de Allan era suave pero llena de un tranquilo alivio.
«Sí. Después de la fiebre, perdió muchos recuerdos de esa época».
Rachel sonrió débilmente, con expresión cálida y comprensiva.
«Quizá sea lo mejor. A veces, olvidar es un don, una forma de protegerse del dolor innecesario. Aferrarse al dolor sólo lo mantiene vivo. Quiero que Lizzie siga libre de esa carga, que viva su vida con alegría y paz, sin cicatrices del pasado.»
Allan se sentó en silencio, su mirada se suavizó al escuchar sus palabras.
«Creo sinceramente que tienes razón», dijo, con voz tranquila pero teñida de una tristeza subyacente.
«La visita de mi madre ahora se siente más como un intento de hacer las paces, tratando de arreglar lo que estaba roto. No necesitas cargar con ningún peso de esto».
Los dedos de Rachel rozaron la pulsera que Allan le había regalado; la pequeña y delicada joya brillaba en la penumbra. La miró pensativa un momento antes de hablar, con voz mesurada pero cálida.
«Puedo aceptar el brazalete, por supuesto, pero las otras cosas -las joyas y la villa- deben ser para ti y Lizzie».
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