El requiem de un corazón roto - Capítulo 834
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Capítulo 834:
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«Están hechos el uno para el otro», añadió otra persona con una sonrisa.
A Rachel se le calentaron las orejas, pero Allan no reaccionó a los susurros y la agarró con firmeza de la mano mientras llegaban a la mesa principal.
Con encanto, le acercó una silla. Una vez sentada, se colocó a su lado.
«¿Te sientes cansada?» preguntó Allan suavemente, inclinando ligeramente la cabeza hacia ella.
Rachel sacudió la cabeza con una pequeña sonrisa.
«Estoy bien, sólo un poco nervioso».
Allan soltó una risita y se pasó un mechón de pelo por detrás de la oreja.
«No hay de qué preocuparse. Lo tengo todo cubierto. Si algo te agobia, déjamelo a mí».
Rachel asintió, aunque seguía existiendo un malestar subyacente.
Se recordó a sí misma que este matrimonio no era más que un acuerdo, pero la calidez y la atención de Allan lo hacían parecer casi real.
De repente, un alboroto en la entrada capta la atención de todos. Todas las miradas se dirigieron hacia una mujer con gafas de sol, cuyos tacones chasqueaban contra el suelo mientras caminaba hacia la mesa principal con una confianza inquebrantable.
Había una autoridad inconfundible en su forma de moverse.
La postura de Allan se endureció al instante antes de dar un paso adelante.
«¿Mamá?»
Rachel parpadeó sorprendida y su mirada se desvió hacia la mujer desconocida. ¿La madre de Allan?
Por lo que Alban había mencionado, la madre de Allan se había vuelto a casar y se había trasladado al extranjero, sin apenas mantener contacto con él.
Dado que su matrimonio no era más que una fachada, Rachel dudaba que Allan hubiera informado a su madre al respecto. Entonces, ¿por qué estaba ella aquí ahora? La mente de Rachel se arremolinaba con preguntas.
Trudy Ramos, la madre de Allan, se quitó las gafas de sol y le clavó una mirada penetrante.
«¿Te casaste sin decírmelo? ¿Ya ni siquiera te importo?»
Allan la miró sin inmutarse.
«Dejaste claro que tenías tu propia vida y que no querías que Lizzie o yo interfiriéramos. Acordamos no meternos en el camino del otro y encontrar nuestra propia felicidad».
Decía la verdad. Años atrás, Trudy había tomado esa decisión. Había sido una mujer de carácter fuerte, atada por un matrimonio concertado sin amor con el padre de Allan.
Su relación era tan tensa que incluso la cortesía básica era difícil de mantener.
Tras dar a luz a un hijo y una hija -cumpliendo lo que consideraba su deber-, tomó la firme decisión de divorciarse y buscar su propia felicidad.
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