El requiem de un corazón roto - Capítulo 822
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 822:
🍙🍙🍙🍙 🍙
En el pasado, valoraba la paz y evitaba los conflictos tanto como podía. No le gustaba hacer enemigos.
Pero era una mujer cambiada. La antigua había desaparecido.
Rachel salió del edificio, compró dos tazas de café helado en una cafetería cercana y volvió a la recepción.
Colocó las tazas en el mostrador.
«Aquí tiene, señorita», le dijo a la recepcionista. «Es usted muy guapa y amable. Yo invito».
«¡Gracias!»
Al ver esto, la directora torció el gesto con desdén.
«¿Una taza de café es todo lo que hace falta para conquistarte?», espetó a la recepcionista.
«¿Cómo puedes ser tan débil?»
El resto de sus palabras quedaron ahogadas por un chapoteo cuando le arrojaron la otra taza de café, empapándole el pelo y la ropa. Las manchas de café resaltaban especialmente sobre su blusa blanca.
La directora apuntó con un dedo a la cara de Rachel, con los ojos brillantes de rabia.
«¿Cómo te atreves a tirarme café?»
Rachel dejó la taza vacía y se limpió despreocupadamente las manos con el pañuelo.
«Tienes la boca tan sucia que pensé en limpiártela. Y para…»
«Ladrando a todo el mundo como un perro guardián. Tienes suerte de que sólo sea café helado. ¿Quién sabe lo que conseguirás la próxima vez?»
En ese momento, Samira entró corriendo en el edificio con los documentos que Rachel necesitaba.
Después de verificarlo todo, Rachel fue finalmente -y respetuosamente- acompañada al interior.
Estaba impaciente. Se dirigió directamente a la oficina de Brian, sólo para encontrarla vacía. Probablemente estaba en una reunión.
Rachel sacó el joyero del bolso y entró a empujones en la sala de conferencias.
Las cabezas se giran en su dirección y todos la miran en un silencio atónito.
«Lo siento, no quiero interrumpir. Sólo vine a devolver algo».
Levantó el joyero antes de colocarlo sobre la mesa auxiliar y se marchó tan repentinamente como había venido.
«¡Se levanta la sesión!»
Brian se levantó de su asiento y la persiguió.
«¡Espera! ¡No te vayas todavía!»
Rachel ignoró a Brian y siguió caminando hacia delante, pulsando el botón del ascensor con practicada indiferencia.
.
.
.