El requiem de un corazón roto - Capítulo 817
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Capítulo 817:
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«Rachel, ¿sabes una cosa?», murmuró.
«Siempre he querido tener una hermana, alguien con quien hablar, compartir secretos…». Un suave suspiro escapó de sus labios.
«Pero tener un hermano tampoco está tan mal. Si alguna vez te convirtieras en mi cuñada, estaría encantada».
Rachel rió, despeinando juguetonamente a Lizzie.
«¿Tienes algo en mente?»
«No es algo para compartir… pero sí para preguntar».
«Adelante».
Lizzie se acercó más, bajando la voz.
«Sólo quiero saber… ¿qué se siente cuando conoces por primera vez a alguien que te gusta?».
Rachel vaciló, su mente vagaba hacia recuerdos enterrados hacía mucho tiempo.
«Eso fue hace mucho tiempo para mí. ¿Por qué? ¿Has conocido a alguien, Lizzie?»
Lizzie dejó escapar un suspiro dramático.
«No. Ojalá lo hubiera hecho». Se revolvió un mechón de pelo suelto.
«Viviendo en el extranjero, no conocí a mucha gente de nuestro país, ¿y a los que conocí? Sólo un puñado de jóvenes ricos mimados. Además…»
Lizzie apoyó la cabeza en el hombro de Rachel, con voz suave,
«Hay algo que Allan puede no haberte dicho. Perdí la vista cuando era joven. Siempre tuve a alguien que me cuidaba, que me guiaba en todo. Mi mayor sueño era ver algún día el mundo yo sola». Una sonrisa melancólica se dibujó en sus labios.
«Alguien me donó córneas y hace sólo unos años que recuperé la visión. Aún no he tenido la oportunidad de tener citas, pero… realmente espero conocer a alguien como Allan algún día».
Sus ojos brillaban con silencioso anhelo mientras compartía sus pensamientos.
«Lo harás», dijo Rachel con una cálida sonrisa.
Ella misma no había encontrado el amor perfecto, pero realmente creía que Lizzie y Natalia lo harían.
Cuando Rachel llegó a casa, trajo el desayuno para Natalia.
El rico aroma llenó el aire, despertando a Natalia de su sueño.
Rachel se inclinó para ver cómo estaba, pero Natalia, sobresaltada por la repentina cercanía, se despertó de un tirón.
Sus frentes chocaron con un golpe seco.
«¡Ay! Eso duele!»
Ambos se agarraron la cabeza, con una mueca de dolor, pero un momento después estallaron en carcajadas.
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