El requiem de un corazón roto - Capítulo 816
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Capítulo 816:
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«Duele un poco, pero no tanto como para ir corriendo al hospital». Su voz era ligera, llena de gratitud.
Ella lo miró con sinceridad.
«Allan, esta noche ha sido increíble. Gracias. Este es el cumpleaños más especial e inolvidable que he tenido. Lo atesoraré para siempre».
De pequeña, sus cumpleaños siempre habían sido sencillos: ella y una pequeña tarta, una sola vela, las dos acurrucadas mientras susurraban sus deseos. Eso era todo.
Más tarde, cuando estaba con Brian, los cumpleaños se convirtieron en extravagantes muestras de riqueza. Regalos de lujo -joyas, bolsos de diseño- cuidadosamente seleccionados por Ronald, nunca por el propio Brian.
Eran caros, pero estaban vacíos.
Tan pronto como su teléfono tuvo suficiente carga, Rachel lo encendió, sólo para encontrar múltiples llamadas perdidas de Natalia.
Sus ojos se abrieron de par en par mientras devolvía rápidamente la llamada.
«¡Hola, Natalia!»
La voz aturdida de Natalia llegó a través de la línea.
«Rachel, ¿dónde demonios has ido?» Dejó escapar un suspiro soñoliento. «Te he estado esperando desde siempre, pero nunca apareciste. ¿Dónde estás ahora?»
«Fuera de tu casa», murmuró Natalia, moviéndose somnolienta.
Rachel se sentó más recta.
«¿Has estado esperando todo este tiempo? ¿Por qué no me llamaste antes?»
«¡Quería darte una sorpresa!» Natalia resopló, sonando cansada y ligeramente molesta. «¿Cómo iba a saber que ni siquiera vendrías a casa?».
Rachel se mordió el labio, sintiéndose culpable.
«Te daré el código de la puerta. Entra y descansa un poco, o pide a tu chófer que te recoja. Me quedaré fuera esta noche y no volveré hasta mañana».
Natalia estiró los brazos con un bostezo soñoliento.
«Oh, entonces voy a dormir en tu cama.»
«Adelante. Sólo asegúrese de cerrar y mantenerse a salvo «.
«Entendido. Hasta mañana», murmuró Natalia antes de colgar.
Rachel bajó el teléfono, con el pecho oprimido por la emoción. La vista se le nubló cuando el calor inundó su corazón.
Este cumpleaños… fue diferente.
Por primera vez, se sintió realmente querida, rodeada de gente que se preocupaba de verdad.
Aquella misma noche, cuando Allan se marchó, Lizzie entró en la tienda de Rachel. Se arrastró hasta la cama sin vacilar, acercándose como una niña en busca de consuelo.
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