El requiem de un corazón roto - Capítulo 815
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 815:
🍙🍙🍙🍙 🍙
Asintió con la cabeza.
«Sí, soy yo. ¿Quién es usted?»
Un hombre sacó rápidamente su teléfono, hablando por él con clara excitación, mientras otro se volvía hacia ella y le explicaba,
«Alguien ofreció una fuerte recompensa por tu regreso a salvo».
No tenía ninguna duda: tenía que ser Allan.
El alivio la invadió mientras exhalaba.
«Gracias. ¿Podrías ayudarme a volver?»
Al cabo de unos pasos, uno de ellos le miró el pie y frunció el ceño.
«Tu tobillo… ¿qué pasó?»
Rachel forzó una pequeña sonrisa.
«Sólo una ligera torcedura, nada serio. Deberíamos seguir».
«Mejor déjanos ayudar», insistieron.
Sosteniéndola a ambos lados, siguieron adelante, pero al poco rato, unos pasos apresurados se acercaron por delante.
Allan y Lizzie llegaron a toda prisa, con expresiones preocupadas iluminadas por el resplandor de sus linternas.
Los ojos de Allan se clavaron en los de Rachel, y su alivio se hizo evidente cuando sus hombros se relajaron. El sudor se le pegaba a la frente y la preocupación en su profunda mirada era inconfundible.
«¿Estás herido?» Su voz era firme pero llena de preocupación.
Sin esperar respuesta, se quitó la chaqueta y se la puso por encima antes de levantarla en brazos.
«Espera», le ordenó, sin dejarle ninguna posibilidad de protestar.
Allan la llevaba sin esfuerzo, con un agarre firme e inflexible.
Cuando llegaron a la tienda, el tobillo de Rachel palpitaba y el dolor se intensificaba.
La tienda era espaciosa y estaba equipada con todo lo necesario.
Allan la colocó con cuidado sobre la cama, pero antes de que ella pudiera protestar, él ya le estaba remangando el pantalón.
Su mandíbula se tensó al ver su tobillo hinchado.
Vaciló, sin atreverse a tocarla, pero su voz estaba cargada de culpabilidad.
«Esto es culpa mía. Debería haberme quedado contigo». Sus puños se cerraron a los lados.
«Vamos al hospital. Ahora mismo».
Rachel extendió la mano y agarró suavemente la muñeca de Allan. Una sonrisa suave y tranquilizadora iluminó su rostro.
.
.
.