El requiem de un corazón roto - Capítulo 814
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Capítulo 814:
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Decidida a no ceder al miedo, siguió adelante, acelerando el paso.
De repente, un fuerte chasquido resonó bajo su pie.
Su corazón dio un vuelco: ¿había pisado algo vivo?
Al mirar hacia abajo, sólo encontró una rama rota.
Dejando escapar un suspiro, sacudió la cabeza ante sus propios nervios y encendió la linterna, vigilando cuidadosamente sus pasos.
Pero el terreno irregular jugaba en su contra. Un paso en falso y su pie resbalaba en un pozo profundo.
Su tobillo se torció bruscamente, provocándole un dolor punzante en la pierna.
Apretando los dientes, luchó por liberar el pie, pero el dolor era insoportable: el tobillo ya había empezado a hincharse.
Apenas ejerció presión, pero sintió un fuerte pinchazo. Su teléfono vibró débilmente en su mano -poca batería- antes de que la pantalla se apagara.
Atrapada en la oscuridad, Rachel dejó escapar un suspiro lento e inseguro y se recostó contra un árbol, derrotada.
Mirando hacia arriba, vislumbró el cielo a través de las ramas. Era una pequeña abertura, un resquicio de luz en la inmensa oscuridad, y por un momento le recordó el patio de su infancia.
Por aquel entonces, su madrastra había insistido en ahorrar electricidad, prohibiéndoles a ella y a Jeffrey el uso de luces por la noche. Jeffrey y ella se sentaban en el patio a contar estrellas.
A pesar de todas las dificultades, siempre había estado ahí, y su presencia hacía que los momentos difíciles fueran un poco más llevaderos.
Pero ahora estaba sola y el vacío le pesaba.
«Rachel…»
«¡Rachel!»
Justo cuando sentía que caía en un agotamiento aturdidor, unas voces la llamaron desde la distancia.
«¡Rachel!»
El sonido resonó desde distintas direcciones: más de una persona la estaba buscando. Por qué había tantas?
Esa pregunta tendría que esperar.
Apoyándose en el árbol, alzó la voz.
«¡Estoy aquí! ¡Aquí!»
Al cabo de unos instantes, varias figuras emergieron de la oscuridad, con sus pasos apresurados crujiendo contra el suelo del bosque.
Entrecerró los ojos, pero ninguno le resultaba familiar.
«¿Es usted Rachel Marsh?», preguntó uno de ellos, escudriñándola con mirada penetrante.
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