El requiem de un corazón roto - Capítulo 804
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Capítulo 804:
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«De acuerdo.
Rachel le entregó la caja de comida y su expresión se suavizó.
«Necesitas comer más. Has perdido peso».
Era cierto. Durante su arresto domiciliario, Natalia había estado tan atrapada en sus enfrentamientos con su padre, recurriendo a huelgas de hambre para salirse con la suya, que lo único que consiguió fue adelgazar de hambre. En represalia, su padre había sustituido cada comida por platos sencillos y sin sabor.
Todas las comidas eran iguales: un puñado de platos insípidos que nunca cambiaban.
Su padre le había advertido: «Si insistes en estar con él, será mejor que te acostumbres a esto. Esto es todo lo que puede ofrecerte. Ya que tienes tantas ganas de luchar, me aseguraré de que se cumpla tu deseo».
En cuanto Natalia abrió la caja de comida, se desprendió un rico y apetitoso aroma.
«¡Vaya, esto huele increíble!»
Brian, que seguía tumbado en la cama, echaba miradas furtivas a la comida. «¿Qué ha hecho?»
«Todos mis favoritos. Por cierto, Brian, ¿quieres un poco?»
Brian la miró con recelo. «¿Realmente lo ofreces por amabilidad?»
«¿Cómo pudiste dudar así de mí? Pero… resulta que vi un collar que me gustó. He oído que es casi imposible de conseguir. Brian, tú tienes contactos, ¿crees que puedes conseguirlo?»
«Envíame los detalles».
Natalia sonrió. «Ya se lo he enviado a Ronald. Sólo tienes que pagar».
Brian se quedó callado.
Al final, por el bien del collar, Natalia compartió la comida con él.
Rachel acababa de llegar a la puerta cuando oyó la voz preocupada de Alban. «Sr. Vance, tal vez debería conseguirle una cuchara de plástico. Es más ligera que la pesada».
Allan se negó. «No, usaré éste».
No quería que Rachel fuera testigo de su lucha o, peor aún, que se compadeciera de él.
«Pero…» Alban vaciló.
Allan agarró la cuchara, pero en su primer intento se le resbaló de los dedos y cayó al suelo. Sin inmutarse, volvió a cogerla.
Rachel se quedó fuera, conteniendo la respiración.
En ese momento, se dio cuenta de que el estado de Allan podía ser peor de lo que había pensado.
Sólo cuando por fin consiguió arponear un bocado de comida, ella entró, con expresión alegre y despreocupada.
«Rachel, ven a comer con nosotros». Allan señaló el asiento vacío.
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