El requiem de un corazón roto - Capítulo 786
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Capítulo 786:
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La voz de Samira se quebró al terminar. Todo su cuerpo temblaba mientras sollozaba incontrolablemente.
Rachel la estrechó en un fuerte abrazo, con el corazón dolorido. «Samira, lo siento mucho. Prometí cuidarte como a una hermana, pero te fallé. No volverá a ocurrir. A partir de ahora, te protegeré, pase lo que pase».
Samira negó con la cabeza. «No, Rachel. Era mi destino. No puedo culpar a nadie más que a mí misma».
«Eso no importa ahora. Has vuelto, y eso es lo único que importa. No más dolor, no más miedo. De ahora en adelante, las cosas sólo mejorarán para nosotros». Rachel apartó suavemente las lágrimas que se pegaban a la cara de Samira.
Samira la miró, con la culpa retorciéndose en su pecho. «Lo siento, Rachel. Te he mentido. Pero te juro que será la única mentira que diga en mi vida. A partir de este momento, pasaré el resto de mi vida compensándotelo», murmuró para sus adentros.
Estas palabras las grabó en su corazón.
Sí, había mentido.
No había sido la policía quien la había salvado. Fue Brian.
Brian no sólo la había sacado de aquella pesadilla, sino que se había asegurado de que el hombre que la atormentaba no volviera a salir libre. Cadena perpetua. Eso fue lo que consiguió.
Por primera vez en años, no tenía que vivir con miedo, temiendo el día en que él volviera para destruirla de nuevo.
En cuanto a las fotos, Brian y la policía habían destrozado el lugar, registrando cada centímetro, pero no encontraron nada. Más tarde, cuando el hombre finalmente se derrumbó y suplicó clemencia, confesó la verdad.
No había fotos. Nunca las hubo. Todo era mentira, nada más que una amenaza vacía para controlarla.
Era absurdo, una broma cruel que casi le había costado la vida a Samira. Las fotos nunca habían existido, sólo una elaborada estafa, pero el miedo había sido real.
Pero mientras que el chantaje era mentira, las deudas no lo eran.
El canalla había utilizado su nombre, su DNI, para pedir préstamos, dejándola ahogada en la ruina financiera. Y Brian… él había sido quien la había sacado de allí, liquidando hasta el último.
Aún recordaba aquel día, el momento en que le cerraron las esposas. El sol había sido cálido en su piel, el aire fresco y nuevo, como si el propio mundo le dijera que era libre.
Brian se había vuelto entonces hacia ella y le había preguntado: «¿Hay algo más que desees?».
Samira había sacudido la cabeza, con voz firme. «No, gracias. Devolveré hasta el último céntimo de esos préstamos. No me tomo esta amabilidad a la ligera. Rachel ya no está con nosotros, pero aun así me ayudaste… No sé cómo agradecértelo lo suficiente».
«Está viva». La mirada de Brian se había oscurecido, sus ojos fijos en la vista exterior.
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