El requiem de un corazón roto - Capítulo 776
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Capítulo 776:
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La enfermera miró a la cama de al lado, con los ojos llenos de admiración. «Se despertó al amanecer y se fue».
«¿Ya te has ido?» Rachel hizo un gesto de dolor, frotándose la sien mientras le palpitaba la cabeza.
La enfermera la miró con complicidad. «Deberías quedarte quieta. No eres como ella. Después de beber tanto, se levantaba y se movía por la mañana como si nada. Y escucha esto: su ayudante apareció con un portátil y ropa limpia. Se vistió, se maquilló y se fue directa a trabajar».
Rachel dejó escapar un suspiro, impresionada y exasperada a la vez.
En ese momento sonó un nuevo mensaje en su teléfono.
El nombre de Brenda parpadeó en la pantalla. «¿Estás despierta? Estoy de vuelta en la oficina. Aún no te has recuperado del todo, así que tómatelo con calma. Te doy dos días libres».
Rachel sonrió débilmente mientras tecleaba su respuesta. «¡Gracias!»
Dos días más tarde, cuando Rachel volvió a la oficina con el contrato del proyecto en la mano, enseguida sintió que algo no iba bien.
El aire se sentía pesado, como si una niebla baja se hubiera asentado sobre el espacio.
La charla matutina habitual había desaparecido. Ni saludos, ni risas, sólo trabajo silencioso y concentrado.
Rachel entró en el despacho de Brenda y dejó el contrato sobre su mesa. «He completado la tarea».
Brenda le echó un vistazo rápido, con expresión ilegible.
Tras una larga pausa, finalmente dijo: «No está mal».
Sabía lo exigente que había sido este cliente, hasta el punto de que era casi imposible complacerlo. Nadie en el departamento había querido tocar este caso.
Y, sin embargo, Rachel lo había aceptado sin rechistar, confiando en su habilidad para cerrar el trato.
La mirada de Brenda se detuvo en el contrato mientras añadía: «Es realmente muy bueno».
Su voz vaciló ligeramente y, bajo la luz, sus ojos no brillaron con un cálculo agudo, sino con algo más suave.
A Rachel se le cortó la respiración. «Sra. Myers…»
Brenda parpadeó rápidamente y se dio la vuelta. «Ya puedes irte».
Se desentendió de Rachel, tan desdeñosa como siempre. Pero Rachel lo había visto. No se lo había imaginado. La formidable Brenda Myers -tan aguda, tan serena, tan poco dispuesta a mostrar debilidad- estaba llorando, y Rachel no pudo evitar preguntarse por qué.
La curiosidad de Rachel no hacía más que aumentar, sobre todo teniendo en cuenta la presión que se ejercía hoy sobre el departamento.
Justo cuando salió, entró la ayudante de Brenda, forcejeando con una pila de documentos.
«Sra. Myers, estos son los archivos de todos los proyectos de diseño en los que ha trabajado. Los he ordenado todos para usted.»
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