El requiem de un corazón roto - Capítulo 756
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 756:
🍙🍙🍙🍙 🍙
Más tarde, los dedos de Rachel revolotearon sobre su teléfono antes de escribir un mensaje a Brian. «¿Cuándo tienes tiempo? Tenemos que hablar».
La respuesta de Brian no se hizo esperar. «Cuando quieras».
Sin demora, Rachel envió una localización y añadió: «Mañana por la tarde a las siete».
Había conversaciones que llevaban demasiado tiempo sin hablarse, y ésta ya no podía aplazarse más.
A medida que avanzaba la noche y Rachel avanzaba por el vestíbulo, se acercó un guardia de seguridad, con pasos rápidos y decididos. «¿Es usted Rachel Marsh?», preguntó, con voz firme pero educada.
«Sí», respondió Rachel, picada por la curiosidad ante su repentina aparición.
El guardia de seguridad hizo un gesto hacia la entrada, con voz baja y cautelosa. «Alguien ha estado preguntando por usted todo el día, preguntándose cuándo terminaría. No parecía muy amistosa, así que tenga cuidado. Si algo le parece raro, no dude en ponerse en contacto con nosotros».
Rachel frunció el ceño, sintiéndose incómoda. «Gracias, iré a comprobarlo».
Rachel sintió un nudo en la garganta al sospechar de quién se trataba. En cuanto salió, su intuición se confirmó.
Sin previo aviso, Leona se precipitó hacia delante y cayó de rodillas ante Rachel, con el rostro contorsionado por la angustia y las lágrimas corriendo por sus mejillas.
Lo repentino del hecho cogió a Rachel desprevenida, dejándola momentáneamente sin habla.
«Señorita Marsh, por favor, todo es culpa mía», la voz de Leona se quebró de dolor, sus palabras cayeron en una frenética carrera. «Fui desconsiderada e imprudente, le falté al respeto y le causé dolor. Si tienes algún enfado o queja, dímelo. Las aceptaré sin rechistar. Pero por favor, te lo ruego, no castigues a mi marido ni a mis amigos. Ellos son inocentes en esto».
Rachel se encontró acorralada en una esquina.
Era hora punta, y como estaba cerca de la entrada principal del edificio, la gente entraba y salía constantemente. Rápidamente se formó una multitud, curiosa por ver qué ocurría.
Sintiendo que el público crecía, Leona sollozó aún más fuerte, con la voz entrecortada mientras gemía: «¡Señora Marsh, todo esto es culpa mía! Fui estúpida y estuve ciega. Me equivoqué, me equivoqué de verdad. Por favor, perdóneme. Le pediré un millón de disculpas».
Sabía que cuanto más indefensa pareciera, mejor funcionaría. No sólo Rachel se ablandaría, sino que los espectadores también se pondrían de su parte. Así, aunque Rachel no quisiera, se sentiría obligada a perdonarla.
Decidida a manipular la situación, Leona puso todo su empeño en su actuación.
Sin embargo, Rachel permaneció callada todo el tiempo.
.
.
.