El requiem de un corazón roto - Capítulo 753
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Capítulo 753:
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Kern asintió rápidamente. «Sí», dijo.
Rachel permaneció en silencio, recogiendo la propuesta de proyecto. Sin mirarla dos veces, se dirigió hacia la puerta, con paso firme e inquebrantable. Cuando salió de la sala, el grupo estalló en una oleada de pánico y las voces se agitaron para detenerla.
«¡Señorita Marsh, espere, por favor!», gritó uno de ellos, pero la urgencia de sus voces cayó en oídos sordos. El paso de Rachel no vaciló; ni siquiera reconoció sus súplicas.
«Sra. Marsh, nos equivocamos. Por favor, ¡tenga piedad de nosotros!», gritó otra persona, con palabras desesperadas, teñidas de arrepentimiento.
Sin volver la cabeza, la voz de Rachel atravesó la tensión, fría e inflexible. «No me sigas».
Kern se quedó helado, hirviendo de una furia que parecía hervir bajo la superficie. Miró fijamente a Leona, con palabras llenas de veneno y frustración. «Mi carrera está arruinada, ¿estás satisfecha ahora? ¿Es éste el resultado que querías?
La sala se sumió en un pesado silencio antes de que los demás empezaran a hablar, con voces cargadas de desilusión y rabia.
«Leona, confiamos en ti. Estuvimos a tu lado, tratándote como a una amiga, sólo para ser arrastrados a este lío».
«Exacto», añadió otra voz, cortante por la incredulidad. «El Grupo Blanco no es una empresa con la que podamos enemistarnos, y nos has puesto a todos en una situación peligrosa».
Leona sintió el peso aplastante del arrepentimiento y su cuerpo tembló al darse cuenta de lo que había hecho. Incapaz de sostenerse en pie, se desplomó en el suelo, con las manos apretadas contra la cara mientras las lágrimas empezaban a brotar. «Lo siento mucho. Lo he estropeado todo. Todo esto es culpa mía. Os he metido a todos en esto», susurró, con la voz llena de remordimientos.
«No te preocupes, iré a ver a la Sra. Marsh y le pediré perdón. Me aseguraré de que no se vea involucrada en este lío».
Mientras tanto, Rachel volvió a la oficina. Se puso rápidamente un traje nuevo. Con la propuesta de proyecto en la mano, caminó decidida hacia el despacho de Brenda.
Brenda levantó la vista, ligeramente sorprendida, cuando entró Rachel. Antes de que pudiera siquiera saludarla, Rachel dejó la propuesta sobre su mesa con una tranquila sensación de finalidad. «Vengo a hablar del proyecto», dijo con calma.
«Agradezco sinceramente su confianza, pero debo comunicarle que no puedo continuar con este proyecto en este momento. Le agradecería que me asignara uno nuevo».
Brenda, claramente sorprendida, frunció el ceño. «¿Y éste?», preguntó, con la voz teñida de confusión.
La respuesta de Rachel fue serena, su tono tranquilo pero firme. «Puedes cancelarlo o asignárselo a otra persona».
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