El requiem de un corazón roto - Capítulo 745
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Capítulo 745:
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Brenda se sintió cautivada por este enfoque audaz, por la rara capacidad de romper normas y abrir nuevas perspectivas. En ese momento, reconoció algo inquietantemente familiar: la convicción elocuente, la radiante seguridad en sí misma que brillaba en los ojos de Rachel. Era un reflejo de su brillo juvenil, de esa confianza inquebrantable que hacía años que no experimentaba.
Extrañamente, lo había redescubierto en Rachel.
Sin embargo, la curiosidad de Brenda se desvió hacia otra pregunta. «Tu perfil sugiere que eres bastante joven», dijo, con un tono comedido. «¿Cómo has llegado a tener ideas tan avanzadas? Una mujer de tu edad debería seguir persiguiendo ideales románticos, ¿no?».
«Experiencia», respondió Rachel, reduciendo su tono a la honestidad esencial.
La cabeza de Brenda se inclinó hacia arriba, su mirada se entrecerró débilmente mientras buscaba la verdad tácita detrás de esa única sílaba.
Rachel hizo una pausa momentánea para ordenar sus pensamientos antes de hablar con un tono sereno pero sincero. «Entiendo tu sorpresa, pero no hay necesidad de ocultártelo. Si hubieras mirado más de cerca mi currículum, habrías visto que marqué ‘divorciada’ en estado civil».
Brenda, visiblemente sorprendida, la miró con los ojos muy abiertos. «Ya veo», dijo lentamente, como si estuviera procesando la revelación. «No pretendía entrometerme en tus asuntos personales. No pretendía que te sintieras incómoda. Estoy un poco sorprendida, sobre todo porque…», se interrumpió, abriendo un cajón.
Al cabo de unos instantes, sacó una copia del currículum y la puso delante de Rachel. «Este currículum tiene la sección de estado civil en blanco».
Rachel examinó el documento con creciente desconcierto. El recuerdo seguía vivo: la entusiasta aceptación de Allan cuando ella se puso en contacto con él para pedirle empleo, su mención casual de los incentivos por recomendación en su empresa y el meticuloso proceso de rellenar su currículum.
Recuerda con claridad cristalina haber grabado la palabra «divorciada» en el campo del estado civil, cada trazo del bolígrafo requería un valor consciente. En aquel momento, aceptó el riesgo de los juicios susurrados y las miradas de reojo, creyendo que la honestidad radical sobre su pasado era el único camino hacia un futuro más sólido.
Sin embargo, en el currículum que tenía ante sí no aparecía esa mención. Todo lo demás estaba tal y como ella lo había rellenado, pero faltaba ese detalle crucial.
Lo que le sorprendió aún más fue que la letra del documento era inequívocamente la suya: no había ningún error. Se dio cuenta poco a poco de que el motivo de la omisión estaba claro.
Tras una pausa, Rachel se recompuso y se volvió hacia Brenda, que la miraba expectante. «Le pido disculpas. Parece que me he acordado mal», dijo, con voz firme pero un poco insegura. «Creía que lo había escrito, pero parece que me he equivocado».
Brenda aceptó la explicación con profesionalidad. La omisión tenía sentido desde un punto de vista práctico: ¿por qué iba un candidato a revelar voluntariamente información tan personal? Además, la política de la empresa nunca obligaba a revelar datos maritales.
«Por favor, sigue», dijo Brenda con un gesto de la mano.
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