El requiem de un corazón roto - Capítulo 731
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 731:
🍙🍙🍙🍙 🍙
Rachel abrió los ojos con agradable sorpresa. «¡Gracias! Pero, ¿cómo sabías que me gustaban tanto?». Nunca había mencionado su afición por ellos.
La sonrisa de Allan se ensanchó ligeramente, un brillo de cariño en sus ojos mientras explicaba: «Nunca lo mencionaste, pero me di cuenta. La primera vez que comiste unos pocos trozos, pensé que sólo tenías hambre. Pero después de eso, vi que siempre comías un poco más, aunque siempre te dejabas algunos, como si fueras demasiado tímido para acabártelos todos.»
«Así que supongo que te gustaban más de lo que decías». Su voz era pensativa, llena de silencioso afecto por los sutiles hábitos de Rachel.
La expresión de Rachel era tan ansiosa como la de un niño ante el escaparate de una tienda de golosinas. Allan acercó suavemente la caja. «Vamos, Rachel. No te contengas».
Rachel desenvolvió el paquete con manos ansiosas y, en cuanto el rico aroma a flores de cerezo llenó el aire, una suave sonrisa se dibujó en sus labios. «Mmm, este aroma es encantador, justo lo que necesitaba para animarme», murmuró, con un deje de satisfacción en la voz.
Cogió un trozo sin pensárselo dos veces, dispuesta a dar el primer mordisco, pero justo cuando iba a hacerlo, se detuvo y se lo tendió a Allan. «Deberías probarlo tú también», le ofreció.
Allan sacudió la cabeza con una suave sonrisa. «No, esto es para ti. Deberías disfrutarlo, toma todo lo que quieras».
Tranquilizada por sus palabras, Rachel probó un bocado y, al instante, una oleada de calor se extendió por ella. Fue como si toda la tensión que arrastraba se desvaneciera con ese único bocado.
El momento era sencillo y reconfortante, pero a Brian le escocía. Una aguda punzada de celos le aguijoneó el corazón, haciéndose cada vez más profunda y pesada hasta adormecerlo por completo.
¿Y lo peor? Se sentía invisible. Desde que Allan llegó, Rachel no le había dedicado ni una sola mirada.
Una vez, no habría dudado. Se habría acercado, le habría cogido la mano y habría dejado claro a cualquiera que se atreviera a mirarla que ella era suya.
Pero ahora había perdido ese privilegio. No tenía derecho a intervenir, ni forma de recuperar lo que se le había escapado de las manos.
Lo único que podía hacer era quedarse allí, mirando, con los celos royéndole, dejándole impotente.
Tras terminar el último bocado, Rachel, sintiéndose más ligera, miró a Allan. «¿Te gustaría subir un rato?»
Allan, más atento de lo que ella esperaba, sonrió. «¿Seguro? No quisiera entrometerme», dijo despreocupadamente, aunque sus ojos parpadearon brevemente hacia Brian, plenamente consciente de su presencia. Ya sabía quién era Brian, no había necesidad de presentaciones. Pero como Rachel no había sacado el tema, no vio la necesidad de preguntar. Se limitó a guardarse sus pensamientos.
«Siempre es agradable pasar un rato agradable con un amigo».
.
.
.