El requiem de un corazón roto - Capítulo 730
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Capítulo 730:
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Su gabardina blanca cubría sin esfuerzo su alta estatura, exudando un aire de tranquila sofisticación. Bajo el suave resplandor de las farolas, su presencia resultaba casi serena, como una sombra reconfortante en la noche.
Rachel hizo una pausa, un leve rubor coloreó sus mejillas mientras se colocaba un mechón de pelo detrás de la oreja. «Puedo arreglármelas sola. ¿Por qué te tomas tantas molestias para recogerme?». Su voz contenía una mezcla de sorpresa y ligera vergüenza.
Antes de que Allan pudiera contestar, el conductor, que había estado esperando pacientemente, bajó del coche con una amable sonrisa. «El señor Vance insistió en recogerle personalmente. Ahora que has decidido volver, no quería perder la oportunidad», explicó.
Allan miró al conductor, con expresión suave pero firme. «Habla usted demasiado», comentó con ligereza, pero su reproche tenía un matiz de ternura.
Rachel se rió y agitó la mano. «No hay necesidad de hacer un escándalo por eso», respondió rápidamente.
Los ojos de Allan brillaron con sutil diversión mientras hablaba. «Aunque Curt no puede evitar hablar mucho, se las arregló para acertar en una cosa. Quería recogerte yo mismo». Miró a Curt Robles, que permanecía en silencio junto al coche.
«Y, por cierto, te he traído algo», añadió Allan despreocupadamente, con voz cálida por la expectación. Sin perder un segundo, se dirigió al coche y no tardó en regresar con una caja de regalo elegantemente envuelta en la mano.
Con una suave sonrisa, se lo ofreció a Rachel. «Adelante, ábrelo. Espero que te guste».
Rachel miró la caja con una inclinación juguetona de la cabeza, sus labios curvándose en una sonrisa burlona. «No es algo demasiado lujoso, ¿verdad?».
La sonrisa de Allan se ensanchó ligeramente, su tono ligero y tranquilizador. «No hay por qué preocuparse. No es nada demasiado extravagante».
Rachel dudó un momento antes de aceptar el regalo, sus dedos rozaron el suave envoltorio. Había pensado esperar a estar en casa para abrirlo, pero la visión del familiar envoltorio despertó algo en su interior. «¿Esto es…? ¿Mille Crêpes de la Pastelería Lady M?», preguntó, con una voz entre sorprendida y cálida, y una emoción palpable.
Las Mille Crêpes de Lady M Cake Boutique siempre habían ocupado un lugar especial en su corazón. La primera vez que Allan se la trajo, quedó fascinada por su sabor único. Más tarde descubrió que muchos de sus pasteles, en especial las Mille Crêpes, requerían mucho tiempo y esfuerzo para su elaboración, por lo que el suministro diario era limitado. Siempre que intentaba comprar una, se agotaban. Sólo podía probarlas cuando Allan se las traía.
Ahora, ante la vista de las Mille Crêpes, le invaden los recuerdos y una profunda sensación de anhelo. Hacía siglos que no comía una desde que se mudó aquí, y el deseo que había reprimido era ahora una sensación dulce y abrumadora.
«Sabiendo lo mucho que te gustan, pensé que te gustaría tener un poco», explicó Allan con una suave sonrisa.
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