El requiem de un corazón roto - Capítulo 722
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 722:
🍙🍙🍙🍙 🍙
«¡Eres tú de verdad!», exclamó, con la cara iluminada de puro placer mientras extendía los brazos, deseosa de un abrazo.
Sin dudarlo, Brian la cogió en brazos y la elevó en el aire sin esfuerzo antes de lanzarla juguetonamente varias veces. Ella se echó a reír.
Justo entonces, Trey le alcanzó. En cuanto sus ojos se posaron en Brian, su expresión cambió en un instante. ¿Qué posibilidades había? Su mente se agitó: ¿cómo demonios conocía Estella a Brian?
«Estella», dijo Trey bruscamente, dando un paso adelante con expresión firme. Le tendió la mano. «No deberías dejar que unos desconocidos te cogieran así».
«Papá, no es un extraño. Me salvó y me llevó a casa», protestó Estella, con los labios formando un pequeño mohín, claramente molesta por su reacción.
Brian abrió mucho los ojos y se volvió hacia Trey, incrédulo. «¿Es tu hija?»
Trey no dignificó la pregunta con una respuesta, su rostro permaneció ilegible y frío.
Brian volvió a mirar a Estella. «¿Es tu padre?»
«Sí», respondió Estella asintiendo con confianza. «Eres encantador, pero también lo es mi padre», añadió con una sonrisa pícara.
Brian miró a Trey, con una expresión llena de preguntas no formuladas.
Sin embargo, con Estella interponiéndose entre ellos, ninguno de los dos hizo ningún movimiento. Trey no habló hasta que Layla se acercó. «Estella, ve a buscar a tu madre. Tengo que hablar con él».
Brian le pasó de buena gana el niño a Layla.
En cuanto se alejaron de sus oídos, la tensión entre los dos hombres se disparó.
«Trey, me debes una explicación. Tienes una esposa y una hija. ¿Crees que esto es justo para Rachel?»
Sin previo aviso, Brian agarró a Trey por el cuello, con el puño apretado por la frustración.
Pero Trey ya no era el hombre ingenuo y de voz suave del pasado. Los años de experiencia lo habían convertido en alguien mucho más sereno e inquebrantable. Apartó el brazo de Brian y soltó una fría carcajada. «Deberías hacerte esa pregunta. Por aquel entonces, me obligaste a marcharme. Me hice a un lado por su felicidad, estaba dispuesto a sacrificarme por ella. Pero ahora, al mirarte, veo a un hombre que no merece amarla. No has hecho más que causarle dolor, una y otra vez. Si no hubiera vuelto y visto de primera mano los años de sufrimiento que soportó, dime, Brian: ¿cuánto tiempo más habrías seguido haciéndole daño?».
Cada palabra que pronunciaba estaba cargada de acusaciones. Su furia era tan profunda que las manos le temblaban a los lados.
«Sí, lo admito. Le hice daño, y le debo más de lo que jamás podré pagarle». Brian no se defendió ni intentó justificarse. Se limitó a reconocer la verdad, pillando a Trey desprevenido.
.
.
.