El requiem de un corazón roto - Capítulo 721
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Capítulo 721:
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Rachel sacudió rápidamente la cabeza con suavidad. «No será necesario».
Justo cuando dijo eso, sonó su teléfono. «Sí, estoy en el comedor privado más íntimo».
Unos instantes después, llamaron a la puerta. Brian se giró para mirar y vio entrar a un hombre sorprendentemente guapo. Había algo familiar en él.
Antes de que Brian pudiera atar cabos, el hombre ya se había acercado a Rachel, cogiéndole el bolso sin esfuerzo. «Vamos a casa». Su tono era cálido y amable.
«De acuerdo», dijo Rachel con una sonrisa brillante, asintiendo con la cabeza.
Brian permaneció de pie, congelado.
Al pasar, le dirigió una última mirada. «Gracias por la cena. Gracias por la cena. Adiós».
«¡Rachel!» Brian no pudo evitar llamarla por su nombre.
«¿Sí?», preguntó con una sonrisa cortés, aunque había una notable distancia en su mirada.
En ese momento, a Brian se le agolparon las preguntas en la cabeza. Pero se las tragó.
«Sólo quería decirte que estaré en la ciudad unos días más. ¿Te volveré a ver?»
La sonrisa de Rachel se atenuó un poco. «Espero sinceramente que no». Cinco palabras sencillas, pero que lo decían todo.
La mejor manera de avanzar era no volver a cruzarse.
Rachel no respiró aliviada hasta que entró en el coche. Bajó la ventanilla e inspiró profundamente, tratando de tranquilizarse.
«¿Ya te sientes mejor?» preguntó Trey con preocupación.
Rachel le dio unas ligeras palmaditas en el pecho. «Mucho mejor. Sólo espero no tener que volver a verlo».
«Ahora que he vuelto, puedes dejarnos la posada a Layla y a mí. Tómate unos días para ti, no tendrás que preocuparte por encontrarte con él».
Mientras tanto, de vuelta en el restaurante, algo de repente hizo clic en la mente de Brian.
La mente de Brian se aceleró. «¡Era Trey Cohen! Nunca pensé que volvería».
Brian se quedó en el complejo unos días más, pero como Rachel había predicho, sus caminos nunca se cruzaron.
Lo entendió: ella mantenía deliberadamente las distancias, dejando claro que no tenía intención de volver a verle.
Esta vez, todo lo que podía hacer era esperar, confiando en un resultado sobre el que no tenía ningún control. La vida le había enseñado una lección que no ignoraría. No presionaría, no exigiría. Si ella no quería verle, tenía que aceptarlo.
Al tercer día, el destino hizo de las suyas. Brian se encontró inesperadamente con Estella.
En cuanto lo vio desde lejos, soltó inmediatamente la mano de su padre y corrió hacia él.
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