El requiem de un corazón roto - Capítulo 685
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Capítulo 685:
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Se inclinó y le dio un beso en los labios, con el corazón roto por la profundidad de su amor.
Cuando se apartó, se enjugó los ojos y gritó, con voz firme pero cargada de emoción: «Ronald, pasa».
Ronald, que esperaba fuera, entró en la habitación y se detuvo junto a Brian, percibiendo la gravedad del momento.
«¿Lo has traído todo?» preguntó Brian, su voz ahora calmada pero aún teñida de emoción.
«Señor, como me ordenó, los he traído», dijo Ronald, con voz firme pero con un deje de vacilación, consciente del peso del momento.
Brian asintió, desviando la mirada hacia el documento que Ronald tenía en las manos. Las palabras en negrita «Acuerdo de divorcio» parecían cernirse ante él, proyectando una sombra sobre su corazón. Por un momento, se quedó mirándolo, con sus pensamientos silenciosos pero intensos. Esta firma marcaría el final de todo. No más ataduras, no más oportunidades, no más vuelta atrás.
Sus dedos empuñaron el bolígrafo con decisión. Con el trazo de este bolígrafo, sabía que cortaría el último hilo entre él y Rachel, pero también sabía que tenía que dejarla marchar. Ella se merecía una vida sin el lastre de su pasado, un futuro en el que pudiera encontrar la felicidad, libre del caos que él había traído a su vida.
Con una exhalación silenciosa, firmó con su nombre, sellando su destino. No hubo alivio en el acto, sólo una profunda sensación de inevitabilidad.
Aquella noche, Brian permaneció junto a Rachel, con una presencia silenciosa pero inquebrantable. La veló mientras dormía, con el corazón oprimido por el arrepentimiento y la determinación, y la mente repasando todos los momentos que habían compartido.
A la mañana siguiente, cuando Rachel se despertó, la silla junto a su cama estaba vacía. Jeffrey tampoco estaba allí, ilocalizable a pesar de todos los intentos por ponerse en contacto con él. Brian también había desaparecido, como una sombra que se escabulle sin dejar rastro.
Ese mismo día, Rachel recibió una noticia que parecía demasiado milagrosa para ser real: había encontrado un donante de riñón. Sintió una alegría desbordante, como si le hubieran dado una segunda oportunidad en la vida. Se cubrió la cara con las manos y las mejillas se le llenaron de lágrimas de alivio e incredulidad. Era casi demasiado bueno para creerlo, como si fuera a despertarse y descubrir que todo había sido un sueño.
Al ver la incredulidad de Rachel, el médico la tranquilizó con voz firme. «Todo es cierto, Rachel. Hay un donante listo, y si sigues las pautas de recuperación y cumples las condiciones, podemos proceder a la operación de inmediato.»
Rachel no podía deshacerse de la preocupación que la corroía.
Llevaba días sin poder ponerse en contacto con Jeffrey y estaba ansiosa por compartir las buenas noticias con él.
Entonces, la mañana de su operación, por fin llegó.
En cuanto Jeffrey se enteró de la noticia, se le llenaron los ojos de lágrimas. Abrumado por la emoción, le agarró la mano con fuerza. «Rachel, tienes que ser fuerte y mantener una actitud positiva. Es una oportunidad única en la vida. Una vez que te recuperes, debes vivir como la persona más feliz del mundo».
Rachel, igual de abrumada, asintió con entusiasmo. «Lo haré. Jeffrey, espérame fuera, ¿vale?».
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