El requiem de un corazón roto - Capítulo 684
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Capítulo 684:
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Mientras la ambulancia se alejaba, Rachel tenía los ojos cerrados, el cuerpo inconsciente, la respiración entrecortada y superficial.
A pesar de las heridas, Brian se negaba a separarse de ella. Su mano permanecía firmemente aferrada a la de ella; su mirada se clavaba en su rostro como si quisiera que se despertara. Nadie podía convencerle de que se moviera, ni siquiera los médicos o los paramédicos. Todo su ser parecía anclado a ella y, por un breve instante, tuvo la sensación de que el tiempo se había detenido.
Brian no soltó la mano de Rachel hasta que la llevaron en camilla a la sala de urgencias. Sus dedos permanecieron en ella durante una fracción de segundo, como si no pudiera soltarla.
Apenas media hora después, salió el médico, con expresión sombría y apesadumbrada. «Me temo que la situación es extremadamente crítica», comenzó, su voz baja, llevando un peso de finalidad. «Está en una fase avanzada de insuficiencia renal. Sus dos riñones han dejado de funcionar por completo. Incluso sin la herida de bala, su estado ya era grave. Ahora, con la herida adicional, sus posibilidades son escasas. Debes prepararte. Si hay algún familiar, ahora es el momento de ponerse en contacto con él para despedirse».
La finalidad de las palabras del médico golpeó a Brian como un mazazo. Se le encogió el corazón y se le heló el cuerpo. Su voz se llenó de desesperación cuando se inclinó hacia él, casi suplicante. «Por favor, ¿no hay nada que podamos hacer? ¿Hay alguna forma de salvarla?»
La respuesta del médico fue un suave y pesaroso movimiento de cabeza. «Aunque consigamos estabilizarla de la herida de bala, sin un donante de riñón adecuado, no hay posibilidades de supervivencia. El trasplante es la única solución».
«¡Sálvela, por favor!» La voz de Brian estaba llena de desesperación, su agarre se tensó en el brazo del médico. Sus ojos, desorbitados por el miedo y la determinación, buscaban cualquier atisbo de esperanza en el rostro del médico. «Tiene que despertarla. Yo me ocuparé de todo lo demás, pero no dejes que se te escape».
El médico, con expresión sombría pero resuelta, asintió lentamente. «Haremos todo lo que podamos. Mantente fuerte».
Las horas parecían interminables mientras Brian se paseaba inquieto, con la mente consumida por la preocupación. Finalmente, tras una espera que pareció interminable, el médico salió de urgencias. Su expresión, aunque calmada, tenía el peso de la verdad. «La operación ha sido un éxito», dijo en voz baja. «Por ahora está estable».
Al oír las palabras del médico, Brian sintió que le invadía una oleada de alivio. Por primera vez en lo que le pareció una eternidad, se permitió exhalar.
En la estéril quietud de la habitación, Brian se acercó a Rachel, cada paso deliberado, como si acercarse a su frágil figura pudiera de algún modo acercarla a la vida. Su mano, que ya había sostenido la de ella en innumerables ocasiones, ahora rozaba suavemente su rostro como si fuera un delicado tesoro, algo que había estado a punto de perder para siempre.
Brian susurró su nombre, con una voz cargada de emoción. Le besó los dedos, cada palabra era una dolorosa confesión. «He sido un tonto en esta vida. Te hice daño, te fallé. No te protegí como debía». Su voz se quebró, cruda de arrepentimiento. «Si tenemos otra oportunidad -si hay una próxima vida-, por favor, no sigas enfadada conmigo. Déjame mostrarte el amor que debería haberte dado siempre». Volvió a besarle la mano, sus lágrimas caían sin cesar sobre su piel mientras su corazón se destrozaba aún más con cada palabra susurrada. «Sé que he roto mis promesas más veces de las que puedo contar, pero esta vez, juro que cumpliré cada palabra que diga. No más errores, no más mentiras. Sólo… por favor…»
Con mano temblorosa, se metió la mano en el bolsillo y sacó una cajita de terciopelo. Sus dedos temblaron al abrirla, revelando el anillo que llevaba tiempo destinado a ella. Se lo puso suavemente en el dedo, con voz de susurro, pero con la sinceridad de toda una vida. «Rachel, te quiero. Más de lo que las palabras pueden expresar. Por favor, no me dejes. Pasaré cada momento de mi vida intentando arreglarlo».
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