El requiem de un corazón roto - Capítulo 666
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 666:
🍙🍙🍙🍙 🍙
Las palabras de Tracy fueron contundentes, despojadas de todo adorno innecesario, pero golpearon a Brian con la fuerza de una ola aplastante. Un dolor frío y hueco le recorrió el pecho al sentir el peso de su revelación.
Se apoderaron de él la conmoción, la incredulidad y un profundo y punzante dolor que le recorrió la cara, cada emoción cruda e inconfundible.
Tracy observó atentamente a Brian y su expresión se endureció. Sabía exactamente cuál sería su reacción. La gente como Brian, orgullosa y decidida, no aceptaba fácilmente las verdades que destrozaban su visión del mundo. Y, sin embargo, ahí estaba: una realidad innegable.
Hasta ahora, Tracy se había aferrado en secreto a una pizca de esperanza. Imaginaba que, por el bien del niño, Brian podría ayudarla, podría encontrar la forma de liberarla de su prisión. Pero esa ilusión se había hecho añicos; los días de aislamiento la habían despojado de cualquier resto de optimismo. La esperanza que una vez se aferró a ella se transformó en algo mucho más oscuro: puro resentimiento. Su afecto se había disuelto, dejando sólo odio.
En el silencio de su detención, había aceptado su realidad. Quería que Brian sintiera la agonía que ella había sufrido. Sólo entonces, pensó, podría entender lo que significaba sufrir en aislamiento, estar atrapada en la desesperación. Sólo entonces podría comprender la profundidad de su dolor.
Con una sonrisa sardónica en los labios, finalmente habló, con una voz cargada de ironía. «¿Te escuece, Brian?», preguntó, con una amargura que ya no podía ocultar. «Debería, ¿no crees? Cuando te casaste con Rachel, mi corazón se rompió en pedazos. Pero lo peor vino cuando hiciste que me metieran en aquella comisaría. Ese dolor… fue insoportable. Así que, si ninguno de los dos está destinado a la felicidad, ¿por qué no compartimos el sufrimiento? Soportémoslo juntos».
Tracy, temblando de desesperación, dio un paso adelante, el peso de sus sentimientos casi demasiado para soportarlo. Con una mezcla de orgullo y vulnerabilidad, alargó la mano y, a pesar de los últimos restos de dignidad que le quedaban, rodeó la cintura de Brian por detrás con los brazos.
«Brian», murmuró, con la voz temblorosa por la emoción. «Por favor, dame otra oportunidad. Empecemos de nuevo; olvida todo lo que ha pasado. Rachel no te quiere y no quiere casarse contigo. ¿Por qué no te casas conmigo? Terminaré con el embarazo, y podremos tener a nuestros hijos juntos. Podemos tener una familia, una vida llena de amor. Por favor, Brian, mírame».
Antes de que pudiera pronunciar otra palabra, su voz se silenció bruscamente cuando Brian, con expresión ilegible, la agarró con fuerza del brazo, apartándola de él con una fuerza que la dejó sin aliento.
Su voz sonó como un látigo, fría y cortante. «¡Basta ya! Esto nunca va a ocurrir. Estás viviendo una fantasía. Recuerda, este trato es una oferta única. Si te portas bien a partir de ahora, te dejaré libre. Pero si te atreves a causar problemas de nuevo, no dudaré en ajustar cuentas contigo».
«¡Brian, para! ¡Vuelve aquí!»
La voz desesperada de Tracy se quebró mientras gritaba tras él.
Pero a través de la puerta abierta, Brian no aparecía por ninguna parte.
Una risa hueca escapó de sus labios, quebradiza y forzada, antes de desmoronarse en sollozos incontrolables.
A la mañana siguiente, los ojos de Rachel se abrieron y, a través del suave resplandor de la luz matinal, vio una figura familiar.
.
.
.