El requiem de un corazón roto - Capítulo 654
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Capítulo 654:
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Cuando una enfermera la vio despierta, anunció con entusiasmo la buena noticia. Tanto Brian como Jeffrey presionaron en la puerta. «Tenemos que verla», dijeron con urgencia.
La enfermera hizo una pausa. «Acaba de volver en sí y todavía está muy débil. Las visitas deben ser breves. Déjeme preguntarle primero».
Rachel lo oyó y negó sutilmente con la cabeza. No estaba preparada. La idea de que Jeffrey la viera tan débil le resultaba insoportable; quería evitarle esa angustia. ¿Y Brian? Aún no estaba preparada para enfrentarse a él.
Tres días después, Rachel estaba lo bastante fuerte como para ser trasladada a una sala estándar.
Con su estado estable, Yvonne, Natalia y Jeffrey por fin se relajaron. Llenaron su nueva habitación, cada uno inclinado sobre su cama con suave preocupación. Sus voces reconfortantes levantaron considerablemente el ánimo de Rachel.
Brian, sin embargo, permaneció fuera de su pabellón. Permaneció junto a la puerta, con su presencia inquebrantable como testimonio de su compromiso. Un cigarrillo se consumía entre sus dedos sin una sola calada. La puerta cerrada parecía un muro que los separaba. Rachel no vislumbró su figura ni intentó llamarlo; su nombre no fue pronunciado entre los que estaban dentro.
La calma se apoderó de la habitación hasta que Natalia salió y se encontró a Brian apoyado en la pared.
«¿Cómo está? ¿Está mejor ahora?», preguntó enseguida.
Asintió levemente con la cabeza. «Ha mejorado mucho. Si estás tan preocupado, ¿por qué no la visitas?»
La boca de Brian se abrió ligeramente, su voz ronca después de un largo silencio. «Me preocupa que no quiera verme».
Natalia, comprendiendo su vacilación, respondió: «Ella realmente necesita paz en este momento».
Así que Rachel permaneció hospitalizada durante una semana, con Brian esperando en silencio fuera. Por la noche, cuando ella se dormía, él entraba a verla. Sin decir una palabra, su mirada le reconfortaba mientras la luz de la luna bañaba su rostro.
Durante dos días seguidos se sentó junto a su cama mientras ella dormía profundamente. Pero esta noche era diferente: los ojos de Rachel se abrieron de golpe. La claridad de la habitación iluminada por la luna era innegable. Al levantar los párpados, todo el cuerpo de Brian se tensó y respiró con aprensión. Se quedó completamente inmóvil, su mente, normalmente rápida, en blanco antes de inundar con un sinfín de «y si…». No se le ocurría ninguna solución clara: el peso de sus acciones pasadas hacía que las explicaciones parecieran inútiles.
Apenas separó los labios para hablar, cuando los ojos de ella volvieron a cerrarse y las pestañas bajaron hasta ocultar su mirada. El suave ritmo de su tranquila respiración pronto llenó la habitación. El episodio le pareció fugaz, casi surrealista, como si no se hubiera despertado. Brian pensó que debía de estar soñando, inconsciente a pesar de tener los ojos abiertos. Llegó a la conclusión de que no le había visto de verdad; si hubiera estado plenamente consciente, seguramente se habría agitado, quizá incluso le habría ordenado que se marchara.
En realidad, su suposición era errónea. Rachel había estado completamente despierta en aquel momento. La atmósfera a su alrededor pareció solidificarse y el tiempo se detuvo bruscamente. Sin estar preparada para enfrentarse a él, fingió estar dormida para esquivar el difícil encuentro.
Dos días después, la habitación de Rachel bullía de actividad con la llegada de la familia White de visita.
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