El requiem de un corazón roto - Capítulo 651
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Capítulo 651:
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El médico le entregó los papeles. «El paciente está en estado crítico. Necesitamos una firma inmediata para la cirugía».
«¿Crítico?» tartamudeó Jeffrey, con la mente luchando por comprender la realidad.
«Sí. No hay tiempo que perder. Necesita una intervención urgente».
«De acuerdo. Firmaré…» Jeffrey cogió el bolígrafo, pero le temblaban tanto las manos que apenas podía sostenerlo.
El médico, cada vez más impaciente, le presionó. «¡Rápido, por favor! Cada segundo cuenta».
«Yo lo haré», intervino Yvonne, cogiendo los papeles. Sin dudarlo, garabateó su firma.
Cuando Brian llegó, Rachel seguía siendo tratada a puerta cerrada.
En cuanto Yvonne y Jeffrey lo vieron, sus expresiones se tornaron de furia. Los ojos de Yvonne se entrecerraron y lo miró con furia. «¿Cómo nos has encontrado?»
«¿Cómo está?» La voz de Brian era cruda, su aspecto habitualmente afilado estaba desaliñado y pálido por la preocupación. Irradiaba tensión, pero ni Yvonne ni Jeffrey le mostraron compasión.
«Vete», le espetó Yvonne. «Rachel no te necesita. Hiciste tu elección. No vengas aquí fingiendo que te importa. Si te queda algo de decencia, vete».
Sus palabras fueron duras, pero las acciones de Jeffrey fueron aún más elocuentes.
Sin previo aviso, Jeffrey cogió un cenicero de la mesa y se lo lanzó a Brian con toda la fuerza que pudo reunir. «¡Fuera de aquí! ¡Eres terrible! ¡Has hecho daño a mi hermana! Déjanos en paz!» gritó Jeffrey, con la voz quebrada por la emoción.
Brian se limpió la sangre de la frente, pero no se movió.
Su voz era firme, decidida. «No me iré hasta que Rachel despierte».
Al final de la larga noche, sacaron a Rachel de urgencias.
El médico, visiblemente agotado por la terrible experiencia, se quitó la mascarilla y se dirigió al ansioso grupo. «Hemos hecho todo lo posible. Ahora, depende del destino. Será trasladada a la UCI. No se permiten visitas por ahora».
Yvonne asintió, con expresión resuelta. «Entendido. Por favor, haz todo lo que puedas por ella».
Brian permanecía inmóvil fuera de la UCI, con los ojos clavados en las pesadas puertas de cristal, desesperado por vislumbrar a Rachel en el interior.
Jeffrey se sentó tranquilamente en el suelo, velando, mientras Yvonne permanecía a su lado, igual de ansiosa y cansada.
La rabia que una vez los había llenado había disminuido, sustituida por una esperanza singular: que Rachel volviera a abrir los ojos.
Con las primeras luces de la mañana, sonó el teléfono de Brian. Se alejó para contestar y volvió rápidamente: Carol había recobrado el conocimiento y preguntaba por él.
Cuando entró en la habitación del hospital, la culpa le pesaba tanto que se arrodilló junto a la cama. «Lo siento, abuela. Todo esto es culpa mía. Nunca quise hacer daño a Rachel ni a ti. Sé que estás enfadada, y tienes todo el derecho a estarlo. Si tienes que regañarme, o incluso pegarme, no me quejaré».
Carol, frágil y sin fuerzas, se incorporó lentamente en la cama. Su voz, aunque débil, era firme y autoritaria. «Dime, ¿por qué abandonaste a Rachel en la boda?»
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