El requiem de un corazón roto - Capítulo 649
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Capítulo 649:
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Los secuestradores intercambiaron miradas cautelosas, claramente desconcertados por su falta de regateo. Tracy intentó intervenir, con voz temblorosa. «Brian, no hagas esto. No valgo tanto. No quiero que corras peligro por mi culpa».
Pero la paciencia de Brian se estaba agotando. «Tienes una opción: coger el dinero y dejarla marchar, o atenerte a las consecuencias». Sus palabras transmitían una seriedad mortal.
Tras una breve pausa, un secuestrador hizo una llamada rápida y preguntó: «¿De verdad está dispuesto a pagar cien millones por ella?».
«Mi palabra es definitiva», respondió Brian.
Se entregaron los datos de la cuenta. En unos instantes, Brian completó la transferencia y los secuestradores recibieron la confirmación.
Eficaz y profesional, la transacción terminó en un instante.
Una vez que el dinero llegó a su cuenta, los secuestradores empujaron a Tracy hacia delante antes de desaparecer entre las olas, y una lancha que los esperaba se los llevó en cuestión de segundos.
La expresión de Brian seguía siendo fría como el hielo mientras observaba su huida.
«Señor White, ¿deberíamos perseguirles?», preguntó uno de los miembros de su equipo, que acababa de llegar al lugar.
«No. Avisa a la policía y deja que ellos se encarguen», ordenó Brian secamente.
Se volvió hacia Tracy. «Desátala y llévala al hospital para un examen completo».
A Tracy se le encogió el corazón: Brian no había dudado en gastarse semejante suma por ella. Pero su indiferencia inmediata en cuanto estuvo a salvo la dejó dividida entre la gratitud y la decepción.
«No me importan. Sólo te quiero a ti», susurró Tracy, con tono suplicante.
Los ojos de Brian eran ilegibles. «Haz lo que quieras. Si no te preocupas por tu propio hijo, nadie lo hará».
Sin decir nada más, se dio la vuelta y se marchó.
Tracy observó su figura en retirada, con el corazón hecho un torbellino de emociones contradictorias: alegría por haber sido rescatada a cualquier precio y resentimiento por la frialdad de su partida. Para Brian, el dinero y el poder siempre habían hablado más alto y, por un momento, creyó que eso significaba que ella le importaba de verdad.
Incluso después de todo, Tracy seguía siendo alguien a quien Brian no podía abandonar sin más. Pero cuando se le pasó el shock, se dio cuenta de su terrible error.
Brian no había gastado cien millones por amor o preocupación. Para él, si el dinero podía resolver el problema, no merecía su atención. La transferencia fue rápida, impersonal, una transacción hecha no por Tracy, sino por la urgencia de volver con Rachel.
Su único temor real era haber dejado sola a su novia demasiado tiempo, que se le rompiera el corazón y se perdiera.
A Tracy se le escapó una risa amarga. Se había convencido a sí misma de que los cien millones eran una prueba de su devoción. En realidad, todo era por Rachel.
Al ver a Brian alejarse a grandes zancadas, gritó desesperada: «¡Brian, espera! Estoy herida». Su voz temblaba de dolor.
No miró atrás.
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