El requiem de un corazón roto - Capítulo 648
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Capítulo 648:
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«Todo está listo».
Natalia señaló urgentemente a Rachel. «Es mi amiga más querida. Llévala al médico ahora mismo. ¡Rápido!»
«Entendido.»
El equipo se puso en marcha y trasladó rápidamente a Rachel al helicóptero. Un médico ya esperaba a bordo, trabajando con urgencia mientras se preparaban para despegar. A pesar de sus decididos esfuerzos, las profundas líneas de preocupación de su rostro no tranquilizaban a los que quedaban atrás.
Dentro del local, Carol se apoyaba pesadamente en su bastón, golpeando el suelo con las pocas fuerzas que le quedaban. Su voz, aunque frágil, sonaba con feroz autoridad. «Llama a Brian. Exígele que vuelva inmediatamente. Dile que si le pasa algo a Rachel, estará muerto para mí para siempre».
Cada palabra temblaba de emoción, llevando todo el peso de su determinación.
Ronald dio un paso adelante, visiblemente tembloroso mientras hablaba. «La llamada ya está hecha… Se… se dejó el teléfono en el coche. Uno de sus ayudantes contestó en su lugar».
«¿Qué ha dicho?» Carol presionó, su bastón golpeando bruscamente contra el suelo.
«Se fue con prisas y el ayudante no pudo localizarle», respondió Ronald, secándose el sudor frío de la frente.
El rostro de Carol se ensombreció de rabia. «¡Es increíble!», espetó, y de pronto se dobló sobre sí misma, tosiendo sangre.
«¡Mamá!» Aron y Debby corrieron a su lado alarmados.
Carol se desplomó en los brazos de Héctor, con las fuerzas completamente agotadas, incapaz de pronunciar otra palabra.
La ambulancia que había llamado a Rachel también llevó a Carol al hospital.
Mientras tanto, en la costa azotada por la tormenta, el viento aullaba y las olas chocaban implacablemente contra las rocas escarpadas. La costa se alzaba salvaje y peligrosa, las rocas como sombríos centinelas contra el furioso oleaje.
En lo alto del saliente más alto, Tracy estaba atada, flanqueada por dos hombres.
Cuando vio a Brian, gritó aliviada, con la voz temblorosa por la emoción. «¡Brian, por aquí! Estoy aquí».
Sus lágrimas se mezclaron con una sonrisa triunfal. Más que alivio, había una cierta reivindicación: Brian había venido a por ella, eligiéndola el día de la boda de Rachel. En aquel momento, quedó claro quién ocupaba realmente un lugar en su corazón.
El pelo de Tracy le revoloteaba alrededor de la cara y las marcas dejadas por las cuerdas resaltaban nítidamente en su piel, pero ella era ajena a todo ello. «¡Brian, te has corrido! Sabía que lo harías. No lo dudé ni un momento».
Pero Brian no le prestó atención, sino a los hombres que estaban a su lado, con expresión firme y decidida.
Brian seguía concentrado en los secuestradores. Su voz era fría y autoritaria. «Tienen diez segundos para liberarla».
Uno de los hombres se burló. «Claro, pero te costará cien millones de dólares».
«Datos bancarios», exigió Brian sin vacilar.
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