El requiem de un corazón roto - Capítulo 646
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Capítulo 646:
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Su grito golpeó a Brian como un mazazo, congelándolo por un instante. La inquietud se le enroscó en el pecho, una duda que no pudo acallar.
Entonces su teléfono volvió a sonar, devolviéndole a la crisis que tenía entre manos. La voz al otro lado del teléfono era clínica, indiferente a su agitación. «Tienes treinta minutos. Si no estás aquí para entonces, Tracy y su hijo nonato morirán. Sé que es el día de tu boda. No te molestes en venir. Al fin y al cabo, sólo son dos vidas».
A Brian se le aceleró el pulso mientras escuchaba, y su mente pensó en Rachel y en el peso de su decisión. Se obligó a apartar ese pensamiento. «Envíame la dirección. No juegues o te arrepentirás».
«¿Oh?» La voz goteaba burla. «¿Así que eliges a tu antiguo amor antes que a tu novia? Qué trágico. Casi siento pena por tu pobre Rachel».
«Basta», espetó Brian, con la paciencia tensa como la cuerda de un arco.
La puerta del coche se cerró de golpe, encerrándolo. La figura de Brian desapareció, dejando sólo el eco de los gritos furiosos de Yvonne.
Yvonne se volvió contra Norton, con su frustración a flor de piel. «¿Acaso entiendes lo que estás haciendo? Le estás ayudando a cometer un error del que se arrepentirá el resto de su vida. Un día se dará cuenta de lo que ha perdido, y yo estaré allí, esperándole para verle enfrentarse al peso de su elección».
Sintiendo lo profundamente afectada que estaba Yvonne, Norton trató de cambiar su enfoque. «Sé que estás disgustada, pero Rachel está esperando dentro. Deberíamos ir con ella».
«No necesito tu ayuda», espetó Yvonne, apartando a Norton de un empujón antes de correr hacia el local.
Dentro, la ceremonia había llegado al intercambio de anillos, pero sin el novio el momento parecía vacío. Rachel se inclinó hacia el maestro de ceremonias y susurró: «Vamos a saltarnos esta parte».
Ronald se adelantó y abrió la caja del anillo. «El señor White tenía este anillo preparado para ti. Pensaba ponérselo él mismo en el dedo cuando regresara. Simboliza su compromiso contigo».
«No hace falta que digas eso», interrumpió Rachel, con un tono tranquilo pero decidido. Le tendió la mano. «Ya que él te lo confió, colócalo en mi dedo en su lugar».
Ronald se quedó helado, su rostro palideció mientras tartamudeaba: «Pero… esto no es apropiado…».
«Hazlo», dijo Rachel en voz baja, levantando la mano. El espacio entre ellos parecía estrecho, pero el peso del momento se prolongaba. En ese instante, ya no importaba quién colocara el anillo: el ritual había perdido su significado sin Brian a su lado.
Ronald, con la voz cargada de pesar, negó con la cabeza. «Lo siento. No me parece bien. No puedo hacerlo». Rachel lo miró con dulzura, sin resentimiento.
«Entonces sólo dame el anillo.»
Cogió la caja, la abrió con un gesto decidido y cogió el anillo. Pero cuando se disponía a colocárselo en el dedo, sintió un dolor repentino y abrumador. La habitación le daba vueltas y la oscuridad se cernía sobre los bordes de su visión. Apenas se dio cuenta de que el anillo se le escapaba de las manos y caía del escenario hasta perderse de vista.
Tal vez nunca fue para ella, después de todo.
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