El requiem de un corazón roto - Capítulo 642
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Capítulo 642:
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«Que estés aquí significa todo para mí», dijo Rachel, con la voz llena de felicidad mientras abrazaba a Natalia.
Cuando sólo faltaban unos instantes para la ceremonia, Natalia llamó rápidamente a un fotógrafo, deseosa de captar unas cuantas fotos de grupo inolvidables.
Vestida sencillamente con una camiseta blanca y un pantalón a medida, el pelo recogido en una despreocupada coleta, Natalia irradiaba vitalidad juvenil. Se colocó a la izquierda de Rachel y Jeffrey a la derecha. Cogidos de la mano, el trío sonrió cálidamente, su vínculo inconfundible en este momento fugaz y precioso.
En el interior del local, resonó la voz del maestro de ceremonias, clara y acogedora. «¡Damas y caballeros, demos la bienvenida a la novia, Rachel Marsh, con un sentido aplauso!».
La sala estalló en vítores y aplausos, la energía se disparó cuando Rachel apareció, radiante con su vestido blanco. Del brazo de Jeffrey, comenzó a caminar por el pasillo, con la delicada cola de su vestido balanceándose a cada paso, un susurro de elegancia siguiéndola.
Una cascada de pétalos de flores caía desde lo alto, bañando la escena de colores suaves y añadiendo una belleza etérea a un momento ya de por sí mágico.
Era la boda que Rachel siempre había imaginado: una armonía perfecta de opulencia y calidez, grandeza e intimidad. Cada detalle, desde la decoración hasta la música, había sido cuidadosamente seleccionado, creando una atmósfera tan impresionante que dejó a todos los invitados boquiabiertos, incluida la propia Rachel.
Y lo que es más importante, su querido hermano y sus mejores amigos estuvieron allí para presenciar su día especial.
Una sola lágrima resbaló por la mejilla de Rachel, desapareciendo silenciosamente en el fondo de su corazón. Reflexionó en silencio: si la vida exigía despedidas, que ésta fuera impecable, un adiós sin remordimientos, un momento que marcaba a la vez un final y un hermoso comienzo.
A partir de ese día, entraría de lleno en su papel de esposa, caminando junto a Brian en cada capítulo que le esperaba, hasta el final de sus días.
«Ahora, que el novio se acerque a saludar a su novia», anunció el maestro de ceremonias, con un tono cálido y acogedor.
La mirada de Rachel encontró a Brian al otro lado de la habitación, su figura iluminada por el suave resplandor de innumerables luces.
Vestido con un traje elegante, encarnaba el encanto que ella siempre había apreciado, pero ahora había una nueva gravedad en él: una robusta madurez había sustituido a la exuberancia juvenil que ella conoció una vez.
A medida que se acercaba, la visión de Rachel se difuminaba, la línea entre la memoria y la realidad se disolvía. El joven vibrante al que había amado durante tanto tiempo se presentaba ahora ante ella como el compañero firme y devoto dispuesto a caminar con ella hacia el futuro.
Brian aceleró el paso, casi corriendo, mientras acortaba la distancia que los separaba. Rachel se secó las lágrimas con las pestañas y separó los labios para hablar, pero él ya estaba allí, con la mano entre las suyas. Con una ternura que suavizó la urgencia de sus ojos, llevó los dedos de Rachel a sus labios y le dio un beso que transmitía amor, devoción y promesas no dichas.
La voz de Brian, aunque apresurada, estaba cargada de emoción. «Rachel, te quiero. En esta vida y en todas las demás, eres mi única esposa». Antes de que Rachel pudiera asimilar sus palabras, el tono de Brian cambió, la gravedad de su siguiente afirmación atravesó el momento. «Han secuestrado a Tracy. No tengo mucho tiempo».
La franqueza de sus palabras no dejaba lugar a confusiones.
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