El requiem de un corazón roto - Capítulo 640
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Capítulo 640:
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Rachel exhaló lentamente y se soltó del reposabrazos antes de ponerse en pie. Ya había esperado bastante.
«Yvonne, ocúpate del resto por mí», dijo, levantando el dobladillo de su vestido de novia con tranquila determinación. «Me voy.» Había esperado innumerables veces, durante demasiado tiempo. Pero esta vez, se negó a esperar más.
Justo cuando daba un paso hacia la puerta, ésta se abrió inesperadamente desde el exterior. A través de la rendija, lo vio: Brian.
Realmente había venido.
Rachel se quedó helada, apenas podía creer lo que veían sus ojos.
Con un ramo en la mano, Brian se arrodilló, con voz cálida. «Rachel, no llegué tarde. Lo hice en el último segundo».
Rachel asintió, con lágrimas brillando en sus ojos.
Brian la levantó en brazos y la llevó hacia el recinto con una determinación inquebrantable.
Rachel se aferró con fuerza al cuello de Brian mientras la larga cola de su vestido se deslizaba por la alfombra de felpa. Aquella vaporosa tela blanca era algo más que un vestido: era un símbolo de su amor, de su futuro y de la felicidad que estaban a punto de abrazar juntos.
Yvonne se quedó a cierta distancia, con una suave sonrisa en los labios. Cerca de ella, Ronald estaba hecho un manojo de nervios, con el corazón palpitándole de preocupación. ¿Podría Brian llevar a Rachel hasta el final?
Dentro del local, estalló el entusiasmo cuando alguien entró corriendo, gritando: «¡El Sr. Blanco está aquí! La boda está a punto de comenzar».
El rostro de Carol se iluminó con una sonrisa radiante, su alegría desbordante, mientras asentía aliviada.
Al ver la conmoción, Debby marcó rápidamente a Doris una vez más. Después de varias llamadas sin respuesta aquella mañana, la línea finalmente se conectó. Sin dudarlo, Debby habló con urgencia. «Doris, tu hermano acaba de llegar. La boda empieza pronto. Tus abuelos te están esperando, ¡ven rápido!».
De repente, una voz aguda respondió al otro lado: «¿Por qué te metes con mi teléfono?».
El colega de Doris le dirigió una mirada de disculpa. «Lo siento, Doris, no era mi intención. Tenía turno de noche e intentaba descansar en la sala, pero tu teléfono no paraba de sonar. Quería apagarlo, pero contesté sin querer. Fue un error, lo juro».
La explicación sonó sincera, pero Doris se mantuvo escéptica. «Qué coincidencia, ¿eh? ¿O es que te gusta escuchar las conversaciones de los demás?».
«No estaba…» La cara de la colega se sonrojó mientras se esforzaba por explicarse, pero Doris la cortó. «Olvídalo. Déjalo».
Aliviado de que Doris no insistiera, el colega dejó escapar un suspiro.
Tratando de aligerar el ambiente, añadió: «Tu madre me ha dicho que la boda de tu hermano es hoy. ¿No vas a ir? Si es un problema de horario, puedo cambiar turnos contigo».
«Basta», espetó Doris, agotada su paciencia. Cogió su teléfono y salió corriendo sin mirar atrás. Tras recuperar la compostura, habló por fin, con voz más calmada. «Disculpe, mi colega ha contestado antes».
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