El requiem de un corazón roto - Capítulo 639
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 639:
🍙🍙🍙🍙 🍙
Ronald dudó un momento.
La voz de Brian se endureció. «¿Necesito decirlo otra vez?»
«Ahora mismo voy».
Su frente había sangrado durante el choque. Si la herida pudiera ocultarse bajo el pelo, no sería un problema, pero con un corte visible, sería difícil de disimular. Si su familia se daba cuenta, habría un sinfín de preguntas.
Como era de esperar, tenía una herida evidente justo en la frente. Brian frunció el ceño y ordenó: «Llama a un maquillador. Que traigan su kit y se reúnan con nosotros en el coche. Además, prepara el coche».
En cuanto terminó de dar instrucciones, su teléfono volvió a encenderse, ahora cargado, y entró la llamada de Yvonne.
Sentado en el coche, Brian se volvió hacia la maquilladora con una mirada aguda. «Necesito maquillaje para mi boda de hoy. Esta herida en mi frente tiene que estar completamente cubierta. ¿Puedes hacerlo en ocho minutos?»
«Puedes contar conmigo», responde el maquillador con seguridad. No se trataba sólo de su habilidad, sino también de que Brian tenía unos rasgos llamativos y bien definidos, casi imposiblemente perfectos. Con una cara así, el maquillaje era un trabajo rápido. El único problema era cubrir la herida de la frente, que requería un cuidado especial.
En la parte delantera, Ronald estaba prácticamente quemando goma, agarrando el volante con fuerza mientras la ansiedad lo carcomía. No entendía muy bien por qué Brian se estaba esforzando tanto, pero Brian lo sabía: esta boda lo era todo para él.
Sólo Brian comprendió que si perdía este momento, tal vez nunca tendría otra oportunidad. Así que, por muy maltrecho que estuviera, iba a llegar a esa boda, aunque tuviera que arrastrarse.
Si no hubiera sido por la influencia de Carol, Rachel no lo habría perdonado, y mucho menos habría aceptado la boda. No se enorgullecía de la forma solapada en que la había reconquistado, pero el miedo lo había impulsado: el miedo a que, si dudaba un solo instante, otra persona le arrebatara a Rachel para siempre.
Mientras tanto, Rachel estaba sentada en su habitación, mirando el reloj de pared. Era un reloj elegante, con las manecillas moviéndose tan suave y silenciosamente que tuvo que concentrarse para notar su tictac.
Pero por muy silenciosa que fuera la habitación, el tiempo seguía pasando.
A medida que se acercaba el último minuto, Yvonne se impacientaba y cogía el teléfono. Por fuera, siempre parecía dura, pero en el fondo era mucho más amable de lo que aparentaba. Las cosas duras que había dicho antes sólo pretendían provocar una reacción de Brian.
«Yvonne, no le llames», dijo Rachel, con voz tranquila pero decidida.
Yvonne frunció el ceño. «Lo prometió. Vendrá. Tal vez está atascado en el tráfico…»
«Si le preocupaba el tráfico, debería haber salido antes», interrumpe Rachel, con tono firme. «Diez minutos significan diez minutos. Ese era nuestro acuerdo. Si no aparece, me voy». Una vez que Rachel había tomado una decisión, nada podía cambiarla. En ese momento, era inflexible.
Los últimos diez segundos transcurrieron en absoluto silencio.
Aún así, nada. No hay pasos. Ni movimientos apresurados en el pasillo. Sólo vacío.
.
.
.