El requiem de un corazón roto - Capítulo 638
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Capítulo 638:
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«Juro que no llegaré tarde».
En cuanto terminó la llamada, Brian se volvió hacia Ronald y le ordenó: «Conduce más rápido».
Ronald vaciló, claramente preocupado. «¿Y tu estado?»
Aflojándose la corbata, Brian respiró hondo. «Estoy bien. Sólo vete».
Después de días de agotamiento por el trabajo sin parar, Brian había tenido un accidente de coche a última hora de la noche cuando volvía a casa.
Su coche había chocado contra el guardarraíl y volcado, dejándole atrapado en el asiento del conductor. Tenía un corte profundo en la cabeza y el volante estaba cubierto de sangre. El cinturón de seguridad le impedía moverse, le dolía mucho y se sentía mareado y confuso.
Haciendo acopio de las pocas fuerzas que le quedaban, buscó a tientas su teléfono. Lo primero que pensó fue en llamar a Rachel, pero justo cuando su dedo se posó sobre su nombre, vaciló y volvió a la realidad.
En su lugar, marcó el número de Ronald.
«Ronald, escucha con atención», murmuró Brian, casi sin energía, pero se obligó a sacar las palabras.
«He tenido un accidente… en algún lugar cerca de la calle Maple. Pide ayuda primero, luego ven a buscarme. No se lo digas a Rachel ni a mi familia. Si me despierto antes del mediodía, estaré en la boda. Si no… entonces puedes decírselo».
Ronald se quedó en estado de shock.
Ya se había enfrentado a innumerables crisis, pero ésta era diferente: la vida de Brian y su boda estaban en juego.
La situación en el hospital no pintaba bien. Tras atenderle de urgencia, el médico insistió en que Brian necesitaba reposo y vigilancia constante.
Cuando Ronald preguntó cuándo despertaría Brian, el médico dijo: «Es difícil de decir. Podrían ser unas horas o incluso dos o tres días».
Desde entonces, Ronald estaba nervioso. A la mañana siguiente, no dejaba de mirar el teléfono, inseguro de qué hacer. Iba y venía, preguntándose si debía decírselo a Rachel. No quería que entrara en pánico, pero también le preocupaba que si Carol se enteraba, podría ponerse demasiado sensible, y eso podría llevar a un problema aún mayor. Por otro lado, si Rachel pensaba que Brian no iba a asistir a la boda, sería un desastre. Y si Carol se perdía la ceremonia, podría arrepentirse para siempre.
Decidiera lo que decidiera, no había una salida fácil: ambas opciones tenían graves consecuencias.
Peor aún, si alguno de ellos le llamaba, podría meter la pata y decir algo que no debía. Como no quería arriesgarse a empeorar las cosas, tomó la salida más sencilla: apagó el teléfono.
Mientras tanto, el teléfono de Brian ya se había apagado porque se había quedado sin batería.
Afortunadamente, a las diez, Brian volvió en sí, aunque distaba mucho de estar en buenas condiciones.
Ronald intentó razonar con él y le dijo: «Sr. White, ni siquiera puede mantenerse en pie, y mucho menos moverse. Esto fue un accidente; si les explicas las cosas a Rachel y a tu abuela, lo entenderán».
Brian, imperturbable por su estado, se limitó a decir: «No hace falta. Tráeme un espejo».
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