El requiem de un corazón roto - Capítulo 633
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 633:
🍙🍙🍙🍙 🍙
La voz de Rachel era firme, su tono no dejaba lugar a dudas. «No hay ningún error. Quiero el apartamento registrado a nombre de mi hermano».
Ronald vaciló, su incertidumbre evidente. «Pero… ¿está el señor White al tanto de esto?». Siempre se había supuesto que la propiedad era para ella, no para otra persona.
Rachel no dio más detalles, su actitud era tranquila pero firme. «Si necesitas confirmación, no dudes en llamarle».
«Entendido. Un momento, por favor», respondió Ronald antes de hacer rápidamente la llamada.
Brian confirmó poco después, con voz clara. «Si es suyo para dárselo, entonces es suyo. Es la legítima propietaria del piso y puede cedérselo a quien quiera».
Tras finalizar la llamada, Ronald levantó la vista, con una expresión ahora más segura. «Todo está listo. Podemos proceder», confirmó, con tono seguro.
El proceso transcurrió sin contratiempos y, mientras Rachel sostenía la escritura con el nombre de Jeffrey, una tranquila oleada de alivio la invadió. La transferencia se había completado y, con ella, sintió un gran alivio.
Después de terminar el papeleo, Rachel no perdió tiempo en buscar a Jeffrey. Mientras paseaban por la amplia acera, el sol proyectaba sus sombras sobre el pavimento: uno alto, el otro bajo, moviéndose al unísono pero claramente separados. La forma en que sus figuras se estiraban y encogían a cada paso hacía que el momento pareciera casi mágico.
A Jeffrey, de humor juguetón, se le ocurrió un juego. Ambos levantaron un pie al mismo tiempo, intentando pisar primero la sombra del otro. Para evitar ser atrapados, corrían y saltaban. Por el sendero bordeado de árboles, corrían el uno detrás del otro, con sus risas resonando en el aire.
Por un momento, fue como si hubieran viajado a su infancia. Por aquel entonces, sólo tenían unos pocos años. Dondequiera que fuera Rachel, Jeffrey la seguía, sin perderla de vista ni una sola vez. En aquella época eran inseparables, lo hacían todo codo con codo. El mundo les parecía grande, pero mientras se tuvieran el uno al otro, era suficiente.
Pero el tiempo nunca se detuvo. Avanzaba, tirando de ellos en direcciones distintas, amenazando con poner distancia entre ellos. Dejar marchar a Jeffrey fue más difícil de lo que Rachel había imaginado en . Se le hizo un nudo en la garganta y un dolor le recorrió el pecho. Los ojos le escocían por las lágrimas no derramadas.
«Rachel, ¿por qué lloras?» preguntó Jeffrey, con voz preocupada.
Forzó una sonrisa. «Estaba pensando en cuando éramos niños. Solías seguirme a todas partes y yo siempre te guiaba. ¿No sería bonito si pudiéramos volver a esos días?»
Jeffrey ladeó la cabeza, pensativo, y su mirada se posó en un trozo de hierba cercano. Sin dudarlo, se acercó. Rachel, algo preocupada, le siguió. «Jeffrey, ¿qué haces? Ten cuidado».
«Sólo dame dos minutos», dijo, mostrando una sonrisa brillante mientras la luz del sol besaba su cara. Brillando bajo el sol, su sonrisa le daba un aspecto juguetón y entrañable.
«Está bien, pero ten cuidado», le recordó con suavidad.
.
.
.