El requiem de un corazón roto - Capítulo 632
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Capítulo 632:
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Brian presionó suavemente los labios de Rachel con los dedos, haciéndola callar antes de que pudiera continuar. «No digas esas cosas», murmuró, con voz suave pero firme. «Sé cuánto te ha afectado la muerte de Myrna. Deja que te lleve a casa a descansar. Cuando despiertes…»
Rachel le apartó la mano, con un tono firme pero teñido de melancolía. «Sé lo que digo. A todo el mundo le llega su hora de irse, ¿no? Pero Myrna… se fue tan sola. Es insoportable pensar en ello. Cuando llegue mi hora, no quiero estar atrapado en una habitación estéril, rodeado de máquinas. Si pudiera elegir, me gustaría estar cerca del océano, con música, viendo el sol ocultarse en el horizonte. Desaparecer tranquilamente, sin alboroto».
Brian apretó con fuerza la mano de ella, con voz firme. «Para entonces, seremos viejos y nuestro pelo se volverá gris. Estaré allí contigo».
Rachel no respondió más. Se limitó a recostarse contra él, con los párpados pesados mientras el sueño se apoderaba de ella. En unos instantes se quedó dormida, con la respiración lenta e irregular.
Rachel no se atrevía a asistir al funeral de Myrna. La idea de oír el crudo dolor en las voces de la gente, de ver a Huey y Elsa destrozados por la pérdida, era demasiado. Llámalo miedo o cobardía, pero no estaba preparada para enfrentarse a la dura realidad de la muerte, todavía no.
Después de recuperarse, Rachel se tomó su tiempo para consolidar sus finanzas, transfiriendo todos sus fondos bancarios a una sola cuenta. Una vez terminada esa tarea, se dirigió al despacho de Brian.
Cuando Brian la vio, arrugó la frente con preocupación. Seguía pálida y su fragilidad era evidente.
«No deberías estar así», dijo, con voz suave pero insistente. «Necesitas más tiempo para recuperarte. ¿Por qué no te quedaste en casa a descansar?».
«He venido porque tenemos que hablar de algo importante», responde Rachel, con un tono tranquilo pero decidido. Dudó un momento, reflexionando antes de continuar. «Necesito dos millones. ¿Puedes darme el dinero y no preguntarme por qué?».
Para Brian era una cifra manejable, pero para Rachel era crucial, un salvavidas que no podía pasar por alto.
«Dos millones está bien», aceptó Brian sin vacilar. «¿Necesitas algo más? ¿Una casa? ¿Un coche?»
«No necesito coche, pero me gustaría un apartamento», contestó Rachel. «Algún sitio cerca de los servicios esenciales, la sanidad, el transporte público… un lugar en el que sea cómodo vivir».
Rachel no necesitaba una casa enorme. Dado el estado de Jeffrey, no tendría sentido. Un apartamento se adaptaría perfectamente a sus necesidades futuras.
«Gracias», dijo Rachel en voz baja, con un tono de agradecimiento. No se entretuvo. Se levantó de su asiento, con movimientos deliberados, y salió del despacho.
Ronald transfirió rápidamente los fondos a su cuenta y luego la acompañó al apartamento, gestionando sin esfuerzo los pasos necesarios de la transferencia.
Cuando se sentaron para ultimar el papeleo, Rachel metió la mano en el bolso y le entregó la identificación de Jeffrey. Ronald lo cogió y recorrió el documento con la mirada antes de que un destello de confusión cruzara su rostro. La miró, con un tono educado pero teñido de incertidumbre. «Creo que ha habido una confusión. Necesitamos su identificación, no la de su hermano».
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