El requiem de un corazón roto - Capítulo 610
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Capítulo 610:
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Brian frunció ligeramente el ceño. «¿Pasa algo?»
«No está bien», dijo Rachel, con la voz teñida de preocupación.
Brian se acercó, su tono suave pero persistente. «Entonces déjame ir contigo. No deberías tener que manejar esto sola».
Rachel vaciló, sus ojos se encontraron brevemente con los de él antes de apartar la mirada. «Es mejor que vaya yo sola. Después de lo que pasó la última vez, no creo que esté preparado para verte».
Brian no presionó, pero su preocupación persistía en sus ojos. «¿Tienes suficiente para los gastos médicos? Si no, díselo a Ronald. Él se encargará».
La oferta de Brian fue generosa, como siempre.
Rachel dejó escapar un pequeño suspiro, sintiendo un destello de gratitud. «Gracias. Te lo agradezco».
Cuando se dio la vuelta para marcharse, él alargó la mano y le agarró suavemente la muñeca. «Deja que Ronald te lleve al hospital. Te ahorrará tiempo».
Ronald, que estaba cerca, miró a Brian. «¿Y usted, señor?»
«Llévatela tú», respondió Brian sin vacilar. «Haré que alguien de la oficina me recoja más tarde».
Rachel negó con la cabeza, con un tono educado pero firme. «No hace falta. Aquí es fácil encontrar un taxi y el hospital no está lejos. No quiero molestar a Ronald, y tú tienes tus propias responsabilidades. No quisiera retrasarte».
Las palabras de Rachel eran corteses, pero la distancia en su voz era inconfundible. Brian podía sentir el dolor persistente bajo su exterior tranquilo, un recordatorio de que el perdón aún estaba fuera de su alcance.
Tras una breve pausa, decidió no insistir. «De acuerdo, si eso es lo que prefieres. Primero iré a la oficina. Después, iremos a enseñar el certificado de matrimonio a mis abuelos. También he planeado una cena especial para nosotros. Cuando termines en el hospital, vendré a recogerte».
La voz de Brian era cálida, sus palabras cuidadosamente elegidas. Había pensado en cada detalle, con la esperanza de reparar la creciente distancia que los separaba.
El comportamiento de Rachel seguía siendo distante, su voz tranquila pero firme. «En cuanto a la cena, lo decidiremos más tarde».
La voz de Brian se suavizó. «Hoy es el día en que nos convertimos en marido y mujer, un hito que merece la pena celebrar. ¿Quieres pasarlo conmigo?»
«Esto iba a ser sólo un espectáculo para tus abuelos», respondió Rachel, con palabras cortantes pero firmes. «Mi coche está aquí. Debo irme». Sin decir nada más, se metió en el coche sin mostrar ninguna emoción.
Minutos después, su teléfono se iluminó con un mensaje de Brian. «Para mí, este matrimonio es real. Llámame cuando estés libre. Estaré esperando».
Rachel pasó el resto del día en el hospital, donde atendió a Jeffrey con serena dedicación. Aprovechó la oportunidad para hablar con su médico y contarle lo que había investigado meticulosamente en Internet. Tras una conversación exhaustiva, el médico confirmó lo que Rachel temía: la sangre del cordón umbilical era su mejor esperanza.
«Gracias, doctor», dijo Rachel en voz baja, con voz firme.
Al salir del hospital, sacó su teléfono y llamó a Brian. «Hola, he terminado por hoy. Si la oferta sigue en pie, estoy libre para cenar esta noche».
«Claro que sí», contestó Brian, con voz cálida y ansiosa. «Iré a recogerte enseguida».
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