El requiem de un corazón roto - Capítulo 605
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Capítulo 605:
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Brian exhaló, sacudiendo la cabeza. «Algunas oportunidades, una vez perdidas, nunca vuelven. Deberías centrarte en las personas que formarán parte de tu futuro en lugar de aferrarte al pasado. A partir de ahora, no intervendré ni intentaré arreglar las cosas por ti. Pase lo que pase, tendrás que afrontarlo tú sola. Tracy, me gustaría que nos separáramos en buenos términos. Pronto seré el marido de Rachel, así que te pido que no le causes problemas. Si lo haces, que sepas que siempre estaré de su lado. En cuanto a nuestra boda, dudo que Rachel te quiera allí, así que espero que no vengas».
Los puños de Tracy se apretaron mientras negaba repetidamente con la cabeza. «No. ¡De ninguna manera no asistiré a tu boda!»
«Tracy, mantendré mi parte del trato. Pero si vas contra mí, no puedo garantizar nada sobre el niño».
Había una advertencia inequívoca en su voz.
La expresión de Tracy cambió al instante. «Brian, ¿de verdad tenemos que llegar tan lejos?»
«Sólo tengo una condición: deja en paz a Rachel».
Instintivamente, Tracy se llevó una mano al vientre, luchando contra sus emociones. Al final, se tragó su orgullo y asintió con rigidez. «Bien, te prometo que no asistiré a tu boda. Pero a cambio, tengo una exigencia: asegúrate de que mi hijo nazca sano y salvo, pase lo que pase».
«Puedo prometértelo. Pero hasta que nazca el bebé, Rachel no debe enterarse».
Tracy sonrió con complicidad. «Por supuesto. Cumpliré mi palabra».
Su conversación terminó y Brian se alejó sin vacilar.
Al ver desaparecer su inquebrantable espalda, un oscuro resentimiento arraigó en el corazón de Tracy. En ese momento, no sólo despreció a Rachel, sino también a Brian. Detestaba su fría indiferencia y su despiadado rechazo.
Ella había sido la primera que le había gustado, pero ahora sus sentimientos habían cambiado completamente hacia Rachel. Incluso estaba dispuesto a cortar todos los lazos con ella por Rachel.
«¡Brian, eres un verdadero desalmado!» La furia de Tracy ardía más fuerte que nunca.
Recordando al niño que llevaba en brazos, cogió el teléfono e hizo una llamada, con voz fría como el hielo. «¿Estás libre? Te envío mi ubicación. Ven a buscarme ahora».
«Entendido. Estaré allí en breve».
Tras finalizar la llamada, la expresión de Tracy se volvió gélida. Estaba agradecida por estar embarazada; sin el bebé, Neal Graves nunca se habría mostrado tan complaciente, bailando a su son. Neal era su ex marido, el hombre con el que se había casado en el extranjero, pero antes de que ella regresara a casa, su matrimonio ya se había derrumbado.
De lo contrario, no habría caído en sus encantadoras promesas, que la atrajeron al extranjero para casarse con él. Sólo después de mudarse descubrió la verdad de su engaño. La vida de lujo que le pintó no era más que una elaborada treta para controlarla. Estaba lejos de ser el rico heredero que pretendía ser; en realidad, su riqueza sólo existía en sus ilusiones.
Sus problemas económicos comenzaron poco después de su boda en el extranjero. Su padre, abrumado por las deudas, se quitó la vida saltando de un edificio, dejándoles a ellos la carga. La vida de Tracy se convirtió entonces en una pesadilla en la que esquivaba a los cobradores de deudas, luchaba por sobrevivir y vivía con miedo y ocultación constantes. La verdadera naturaleza de Neal afloró durante este calvario, revelada a través de su comportamiento irresponsable y vergonzoso. Los préstamos pendientes y las deudas de tarjetas de crédito se acumulaban mientras los acreedores les acosaban sin descanso.
Fue durante esta época de desesperación cuando Tracy leyó en el periódico acerca del liderazgo de Brian en el Grupo White. Meticulosamente, organizó un encuentro fortuito. Como había previsto, Brian aún sentía algo por ella. Ante su difícil situación, su compasión se despertó de inmediato. Viajó varias veces por todo el mundo para resolver sus problemas, pagar sus deudas y, más tarde, facilitar su divorcio. Neal se resistió al principio, exigiendo una suma considerable, pero Brian pagó sin vacilar.
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