El requiem de un corazón roto - Capítulo 599
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Capítulo 599:
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Otro murmuró: «He oído que ya está de varios meses. Si pierde a este niño, puede que nunca tenga otra oportunidad de ser madre».
Una joven se adelantó, ansiosa por defender a Tracy. Los murmullos se convirtieron en airados susurros dirigidos a Rachel.
Justo cuando Rachel se disponía a hablar, una nueva voz cortó el clamor. Una mujer embarazada se adelantó a pesar de las súplicas de su marido. «Cariño, por favor, no te metas. Tienes que pensar en el bebé», le instó en voz baja.
Le hizo un gesto con la mano para que se apartara. «Hazte a un lado. He visto lo que está pasando y no me quedaré callada».
Decidida, se colocó entre Tracy y la multitud. El rostro de Tracy se iluminó de esperanza: seguro que otra futura madre comprendería su difícil situación.
Pero la mujer se dirigió a la chica que había defendido a Tracy. Colocando una mano sobre su redondeado vientre, le preguntó secamente: «¿Cómo sabes que tuvo dificultades para concebir o que tal vez no vuelva a tener otra oportunidad? He estado aquí todo el tiempo y no he oído nada de eso. Eres muy atrevido, pretendiendo conocer los detalles íntimos de la vida de otra persona».
Sus palabras traspasaron la fachada de la chica, dejando al descubierto su mentira. El rostro de la muchacha se sonrojó de vergüenza e intentó retroceder, pero la mujer embarazada la agarró de la muñeca. Su tono era tranquilo, pero contenía una advertencia.
«Yo que tú no lucharía», dijo. «Estoy embarazada, y si me pasa algo por tu culpa, las consecuencias serán graves. Incluso podrías acabar en la cárcel».
Visiblemente conmocionada, la chica balbuceó: «Lo siento. Me he equivocado. ¿Qué quieres que haga?»
La expresión de la embarazada se suavizó, aunque su tono siguió siendo firme. «Es muy sencillo. Diles a todos la verdad: que te pagaron para crear problemas».
Aterrorizada y acorralada, la chica confesó rápidamente. Reveló que Tracy la había contratado para manipular a la multitud y ponerla en contra de Rachel. El plan era filmar el enfrentamiento y publicarlo en Internet, arruinando la reputación de Rachel.
El rostro de Tracy palideció, pero se aferró a la negación. «¡Esto es ridículo! Ni siquiera te conozco. ¿Cómo podría haberte contratado?»
Sintiéndose traicionada y desesperada, la chica echó mano de su teléfono y sacó las pruebas: un registro de pagos y una grabación que implicaban claramente a Tracy.
Una vez expuesta la verdad, la muchacha se volvió hacia Rachel e hizo una profunda reverencia. Su voz temblaba de sinceridad. «Lo siento de verdad. No te conozco, pero te hice daño. Ahora veo lo equivocada que estaba. Por favor, perdóname».
Cuando la chica se disculpó, la multitud, satisfecha, se esfumó sin más enfrentamientos. Pero para Tracy, la situación se había desbordado por completo. La marea de ira se centraba ahora directamente en ella.
Al darse cuenta de la magnitud de su error, Tracy deseó desesperadamente poder desaparecer. Se puso en pie e intentó pasar desapercibida.
Antes de que pudiera escapar, la mujer embarazada se interpuso en su camino, bloqueando su retirada. «¿Intentas huir?», le preguntó con frialdad. «Es demasiado tarde para eso. No sólo has calumniado a alguien aquí, sino que…». Estudió a Tracy con firme resolución. «Si no me equivoco, el niño que llevas no fue concebido dentro de los límites del matrimonio, ¿verdad?».
Sus palabras se abrieron paso entre la multitud, y la implicación fue inmediata. Los espectadores intercambiaron miradas de complicidad y una mujer exclamó: «Espera, ¿es una rompehogares?».
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