El requiem de un corazón roto - Capítulo 598
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Capítulo 598:
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Rachel se inclinó hacia delante. «Si estuvieras tan seguro de tu posición, estarías hablando con Héctor, Carol y Aron en vez de conmigo».
La confianza de Tracy vaciló un instante antes de recuperarse. «¡Eso es ridículo! Sólo quería darles una sorpresa, eso es todo».
«Si estás tan segura de que será una sorpresa encantadora, dáselo», dijo Rachel bruscamente, dándose la vuelta para marcharse.
Tracy se lanzó tras ella, con pánico en la voz. «¿Estás loca? Estoy embarazada de Brian. ¿Cómo puedes seguir queriendo casarte con él? ¿No ves los problemas que este bebé traerá a tu vida? Es mi hijo, ¿de verdad crees que podrías aceptarlo? ¿Qué intentas conseguir?»
Sus palabras salían a borbotones, pero Rachel se mantenía firme. Cuanto más se desenredaba Tracy, más serena se mantenía Rachel, su calma contrastaba con la desesperación de Tracy.
«¿Qué pasa?» preguntó Rachel con calma. «¿Tienes miedo de que no trate bien a tu hijo?»
«¡Claro que sí!» replicó Tracy, con voz temblorosa. «¿De verdad esperas que me crea que lo criarías como si fuera tuyo? Deja de fingir, Rachel. No eres tan desinteresada».
Una leve, casi imperceptible sonrisa curvó los labios de Rachel. «Tienes razón. La bondad nunca ha sido mi fuerte. Así que si no quieres que tu hijo sufra una vida de penurias bajo mi cuidado, quizá deberías pensártelo dos veces antes de traerlo a este mundo. Podría ser la opción más considerada para todos».
La mandíbula de Tracy se tensó, sus ojos ardían de furia y desesperación mientras miraba a Rachel. «¿Acaso te queda una pizca de humanidad? ¿Cómo puedes ser tan fría? Esto no es un inconveniente, ¡es una vida! ¿Y me pides que la borre sin más?».
La expresión de Rachel seguía siendo indescifrable, su voz firme pero impregnada de tranquila autoridad. «Tienes dos opciones. Primero, yo crío al niño y tú renuncias a toda conexión con él. O segunda, sigues siendo su madre, pero crecerá marcado como ilegítimo. La elección es tuya».
Tracy se enfureció. Instintivamente, agarró el vaso que tenía a su lado, con el brazo tembloroso por la emoción. Por un instante, pareció que iba a arrojarlo.
Pero Rachel no se inmutó. Se mantuvo erguida, con la mirada fría e inquebrantable, desafiando en silencio a Tracy a actuar.
La tensión era palpable, el aire estaba cargado de palabras no pronunciadas y emociones en estado puro. El brazo de Tracy flotaba, con la respiración agitada. Finalmente, con visible esfuerzo, bajó el vaso, con los labios apretados en una línea fina y amarga. La lucha desapareció y fue sustituida por una silenciosa e hirviente resignación.
Rachel caminaba delante, con pasos medidos y deliberados, mientras Tracy la seguía con la mente acelerada. Cuando llegaron al vestíbulo del hospital, el ruido de la bulliciosa multitud proporcionó la tapadera perfecta para el siguiente movimiento de Tracy.
De repente, Tracy cayó de rodillas y se aferró a la pierna de Rachel, con voz temblorosa de desesperación fingida. «Rachel, siento mucho todo lo que he hecho. Castígame si es necesario. Puedes hacer lo que quieras. Pero, por favor, no te lleves a este niño. Es inocente. Deja que me lo quede. Se lo ruego».
Su actuación fue impecable. En cuestión de segundos, los espectadores se detuvieron, atraídos por la dramática escena que se desarrollaba ante ellos. La simpatía se extendió entre la multitud:
Una mujer susurró: «Esto es tan trágico. Pase lo que pase, el bebé no merece sufrir».
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