El requiem de un corazón roto - Capítulo 528
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Capítulo 528:
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Rachel soltó una pequeña carcajada. «Deja de actuar. No hace falta que des tanta lástima, no me lo trago. Deja las lágrimas para otro momento. Yvonne, vámonos».
Yvonne pisó el acelerador, y pronto, ella y Rachel se mezclaron con la multitud.
«¿Qué quieres comer?» Preguntó Yvonne.
«No tengo mucha hambre», dijo Rachel. «Yvonne, ¿puedes venir conmigo al hospital?»
«¿Te encuentras bien? ¿Te encuentras mal?» preguntó Yvonne, preocupada.
«Sí, no muy bien. Solía ir sola, y me sentía sola y asustada. Me alegro de que hayas vuelto».
Sus palabras parecían alegres, pero había una ligera tristeza en su tono. Yvonne lo percibió de inmediato y una oleada de preocupación la invadió.
«Rachel, ¿me estás ocultando algo?»
«Te lo diré pronto».
«De acuerdo. No importa lo que sea, estoy aquí para ti».
«De acuerdo.
Rachel apoyó ligeramente la cabeza en el hombro de Yvonne.
Una vez aparcados, entraron en el hospital.
Mientras Yvonne seguía a Rachel, algo encajó. Rachel se movía por el hospital como si hubiera estado allí innumerables veces. El hospital era enorme, pero Rachel, a la que normalmente le costaba orientarse, lo recorría sin esfuerzo.
Sólo había una razón posible: había estado aquí a menudo. «¿Está empeorando el estado de Jeffrey?» preguntó Yvonne, con un mal presentimiento mientras agarraba instintivamente la mano de Rachel.
«No». Rachel señaló hacia los asientos de delante y ambas se sentaron. Yvonne era un poco más alta que Rachel, por lo que a ésta le resultaba fácil apoyarse cómodamente en ella. Y esta vez no fue una excepción.
«Yvonne, estoy enfermo», dijo Rachel en voz baja, su voz tranquila pero deliberada.
Pero para Yvonne, esas palabras golpearon como un puñetazo en el pecho.
Entreabrió los labios como si fuera a decir algo, pero no le salió ninguna palabra. Conocía demasiado bien a Rachel: si lo decía tan en serio, no era poca cosa.
Yvonne no podía deshacerse de la culpa: era culpa suya por haber estado fuera demasiado tiempo.
El pesado silencio se extendió entre ellos hasta que Rachel finalmente habló. «Insuficiencia renal».
Por mucho que se hubiera preparado, escuchar esas palabras hizo que el corazón de Yvonne se rompiera en pedazos.
Permaneció completamente quieta, temerosa de que el más mínimo movimiento pudiera alterar la frágil compostura de Rachel.
Le ardían los ojos de lágrimas no derramadas, pero se apresuró a parpadear, decidida a mantenerse fuerte.
«Está bien, lo resolveremos. Es sólo insuficiencia renal, ¿verdad? Mientras encontremos un donante, todo se puede arreglar». La voz de Yvonne era firme, aunque parecía más que intentaba convencerse a sí misma que a Rachel.
«Yvonne», llamó Rachel suavemente, con la voz teñida de resignación, «sé que esto es duro para ti, y sé que lucharás por mí. Pero ya he aceptado el peor resultado».
«No.»
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