El requiem de un corazón roto - Capítulo 498
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Capítulo 498:
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Brian miró a Jeffrey, sorprendido por la seriedad de su voz, pero asintió lentamente. «De acuerdo. Te lo prometo. No le haré daño».
Cuando Brian se dio la vuelta para marcharse, su mano se dirigió instintivamente a su teléfono. Marcó el número de Ronald con una urgencia que delataba su preocupación. «Encuentra a Rachel. Ahora».
Ronald, normalmente eficiente y rápido, parecía tener dificultades esta vez. Los minutos pasaban sin novedades y la impaciencia de Brian empezaba a hervir. Volvió a llamar, con voz aguda y exigente. «¿Qué está pasando?
Ronald dudó antes de contestar: «Hemos comprobado todos los registros del hotel, pero no hay rastro de ella».
La mirada de Brian se endureció cuando le inundaron los recuerdos de aquel día, la imagen de ella saliendo con Andrés al abrigo de un paraguas. Una sensación fría e inquietante se apoderó de él. Su voz se redujo a un escalofriante susurro mientras gruñía: «Comprueba el nombre de Andrés. Inmediatamente».
La búsqueda dio resultados casi de inmediato. Brian se dirigió directamente al lugar, con la mente llena de tensión y frustración. Llegó justo cuando Rachel entraba en el ascensor.
Aunque sólo habían pasado unos días, Rachel parecía notablemente más delgada y su rostro más pálido de lo que él recordaba. Verla en ese estado despertó un dolor inesperado en Brian, un nudo de incomodidad que le apretó el pecho.
Cuando las puertas del ascensor empezaron a cerrarse, Brian se adelantó, con voz firme y autoritaria. «Tenemos que hablar», dijo, deteniendo las puertas justo a tiempo. Le tendió la mano, agarrándola suave pero firmemente del brazo antes de que pudiera entrar.
Rachel se volvió hacia Brian, con expresión cautelosa. «¿Qué hay que discutir?», preguntó, con un tono frío y distante.
«Tu nombre es tendencia…» Brian empezó, pero antes de que pudiera terminar, Rachel le cortó, con voz fría y cortante.
«Lo sé», espetó Rachel, con tono gélido. «No hace falta que eches sal en la herida. Voy a dejar esto claro, de una vez por todas. Yo no seduje a Charlie Garza. Intentó violarme, y llevaré esto hasta el final».
Las palabras de Rachel eran firmes, su tono decidido. «Si te preocupa la imagen de la empresa, dimitiré. Pero no me quedaré de brazos cruzados mientras las acciones de Charlie, y las mentiras e insultos que han seguido, arruinan mi reputación».
A Brian se le oprimió el pecho al oír sus palabras. Su fuerza y determinación, tan heridas como impresionantes, le impresionaron profundamente. Dio un paso adelante, sacándola del ascensor. «¿Cómo se atreve a violarte? Su voz era un gruñido grave, la furia ardía en sus ojos, su mirada era feroz y aterradora.
Rachel había luchado tanto por mantener la compostura, diciéndose a sí misma que debía ser fuerte, pero ahora, de pie ante él, ya no podía aguantar más. Los muros que había construido se derrumbaron y, en un instante, las lágrimas que había luchado por reprimir empezaron a caer.
«¿Te duele algo?» Su voz se suavizó, la ira sustituida por una preocupación genuina.
Rachel volvió la cara, evitando deliberadamente su mirada.
Sin inmutarse, Brian sacó su teléfono y marcó a Ronald, con voz firme y severa. «Encuentra a Charlie Garza. Quiero que pase el resto de su vida agonizando». Para él, cualquiera que se atreviera a hacer daño a alguien que le importaba se enfrentaría a su implacable castigo.
Los ojos de Rachel brillaron con escepticismo mientras miraba a Brian. «Si le haces daño, ¿puedes evitar las consecuencias?»
Brian enarcó una ceja y una leve sonrisa se dibujó en la comisura de sus labios. «¿Preocupado por mí?»
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