El requiem de un corazón roto - Capítulo 449
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 449:
🍙🍙🍙🍙🍙
«¿Y tú, Rachel? ¿Estás casada? ¿Tienes a alguien especial en tu vida?».
«No, de momento no», respondió Rachel con sencillez.
Myrna le dedicó una sonrisa tranquilizadora. «No te precipites. Ten paciencia. Huey y yo sufrimos mucho antes de encontrar el camino de vuelta el uno al otro. Rachel, créeme: quien te ama de verdad encontrará el camino hacia ti, sin importar las tormentas ni la distancia. Cuando lo haga, te llevará de la mano en cada paso de la vida».
Rachel asintió con una pequeña sonrisa, pero no dijo nada más. No se atrevía a decir nada pesimista a alguien que se enfrentaba a semejante batalla.
Sin embargo, en el fondo, no podía quitarse de la cabeza la idea de que tal vez ese amor no estaba hecho para ella.
En ese momento, el teléfono de Rachel zumbó, sacándola de sus pensamientos. Al ver el identificador de llamadas, se dio cuenta de que era una llamada de trabajo importante sobre datos clave. Salió al hueco de la escalera para cogerla.
Cuando terminó la llamada, un débil sonido llegó a sus oídos: suave, roto…
¿Alguien estaba llorando?
Al principio, lo descartó como su imaginación.
Pero tras detenerse y escuchar de nuevo, supo que no se había equivocado. Bajó un poco las escaleras y vio una figura familiar en el piso de abajo.
Fue Huey.
Se quedó en un rincón, con la cabeza gacha, toda su postura lastrada por la desesperación.
Desde donde estaba, no podía verle la cara, pero el suelo a su alrededor estaba lleno de colillas de cigarrillos, un testimonio silencioso del tiempo que llevaba allí.
Los sollozos ahogados provenían de él.
Rachel se quedó helada. Nunca imaginó que Huey, que siempre parecía tan tranquilo y amable con Myrna, se estuviera ahogando en una pena tan profunda cuando nadie la veía.
Esas sonrisas debían de ser para Myrna, para que no se preocupara.
Un hombre que podía derrumbarse así, sin ser visto ni oído, su amor debía de ser más profundo de lo que las palabras podrían expresar.
Pero Rachel sabía que ese no era su lugar. Era su dolor privado, algo que ella no tenía derecho a presenciar.
Decidió que lo mejor era alejarse, fingiendo que no había visto nada.
Se giró rápidamente para marcharse, pero en cuanto dio el primer paso, el silencio de la escalera la traicionó: un sonido débil pero inevitable resonó bajo sus pies.
Se puso rígida, pero se obligó a seguir moviéndose, como si no hubiera pasado nada.
Pero antes de que pudiera desaparecer escaleras arriba, la voz de Huey cortó el silencio. «Rachel… por favor espera.»
La voz de Huey seguía ronca por haber derramado lágrimas en silencio.
Dominado por la ansiedad, se volvió, con las mejillas aún húmedas por las lágrimas frescas.
Se los limpió apresuradamente. «Lo siento… Debo parecer patético».
«En absoluto, Huey. Para mí, eres alguien con un corazón profundo y una lealtad inquebrantable. Admiro eso de ti».
.
.
.