El requiem de un corazón roto - Capítulo 443
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Capítulo 443:
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«De acuerdo.
Tras un breve paseo, se encontraron en un sendero solitario.
Aunque había caído la noche, el camino estaba brillantemente iluminado.
El camino estaba flanqueado por flores, cuya delicada fragancia, transportada por la suave brisa, resultaba relajante y refrescante.
Hubo un entendimiento silencioso entre ellos, y caminaron en cómodo silencio.
Al cabo de un rato, rodeada de exuberante vegetación, Rachel sintió un escalofrío. Instintivamente, se rodeó con los brazos.
Al instante siguiente, se echó una chaqueta sobre los hombros, cuyo tejido desprendía un aroma fresco y limpio.
«Tú…» Levantó la vista, con un deje de vergüenza en la voz.
Le detuvo suavemente la mano cuando intentaba quitarse la chaqueta. «No tengo frío. Es sólo una chaqueta, no hay necesidad de apresurarse a devolverla».
Señaló un banco cercano. «Sentémonos y descansemos un momento».
Rachel asintió.
La suave brisa seguía agitándose mientras estaban sentados uno al lado del otro en el banco.
La luz de la luna, suave y luminosa, proyectaba sobre ellos un resplandor sereno.
«Si te sientes triste, puedes apoyarte en mi hombro», dijo Andrés de repente.
Rachel se paralizó y su cuerpo se puso rígido. Siempre había creído que ocultaba bien sus emociones, actuando de forma tan convincente que casi se engañaba a sí misma.
Sin embargo, de alguna manera, Andrés había visto a través de ella.
Su voz era más suave que la brisa nocturna. «Todo este tiempo, ha sido Natalia bebiendo y desahogándose contigo. Ella está devastada, pero sé que tú sufres más. Y aún así, pones cara de valiente, consolándola. Rachel, si alguien merece llorar esta noche… eres tú».
Tal vez fuera la dulzura de sus palabras. Tal vez fuera la calidez de su voz. O tal vez fuera simplemente que, después de cargar con el peso de su dolor durante tanto tiempo, Rachel ya no podía contenerlo.
Una sola lágrima resbaló y se posó en el dorso de su mano.
Bajo el resplandor de la farola, se refracta en pequeños fragmentos de luz.
Destrozado.
Igual que su corazón: roto, lleno de cicatrices, pero aún latiendo.
Andrés se acercó más. No habló, no presionó. Y esta vez, Raquel no se apartó. Se apoyó en él, sólo ligeramente, dejándose reposar… sólo por un momento.
Con los ojos cerrados, le dolía el pecho por la amargura de una verdad que siempre había sabido.
Nunca le había importado a Brian tanto como Tracy. También sabía que, como supuesta novia, era insignificante al lado de su primer amor.
Pero saber y presenciar eran dos formas distintas de crueldad. Verle elegir a Tracy y abandonarla con sus propios ojos era un dolor totalmente distinto.
Ese dolor era como un cuchillo clavándose en su corazón.
A medida que pasaba el tiempo, la brisa nocturna se hacía más fresca.
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