El requiem de un corazón roto - Capítulo 438
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Capítulo 438:
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No obstante, le tendió el abrigo. Ella se limitó a mirarle con ojos serenos y, en silencio, dejó que el abrigo cayera al suelo junto a ella. Todo el tiempo permaneció en silencio, abrazada a sí misma con fuerza y con la mirada perdida en el abrigo del suelo.
La voz de Brian estaba cargada de emoción. «Natalia, ¿estás bien? I… Lo siento; todo esto es culpa mía».
Se cubrió la cara con las manos, con los hombros agitados por los sollozos. En ese momento, el arrepentimiento se apoderó de él. Su objetivo había sido alejarla, extinguir sus sentimientos hacia él. Sólo quería que despertara a su propia vida.
Sin embargo, nunca previó que le ocurriría algo tan horrible. Es cierto que sus sentimientos no eran románticos, pero la conocía desde hacía años.
En su corazón, era como una hermana.
¿Cómo no se le rompió el corazón? ¿Cómo no culparse a sí mismo?
«Natalia, ¿puedes decirme algo?»
Brian se agachó, se puso en cuclillas delante de ella y su voz se llenó de cautela.
Pero Natalia permaneció en silencio.
Su silencio no hizo más que confirmar sus temores.
Creía que había sido violada por aquel hombre, y su rabia no tenía límites.
Enrollándose las mangas, Brian salió furioso, desatando su furia con cada puñetazo y patada, cada golpe asestado con una precisión despiadada.
El hombre salió despedido por la patada de Brian y volvió a caer de golpe.
Chocó contra la puerta y luego contra el suelo.
Tras varios disparos, el hombre escupía sangre, con el cuerpo maltrecho y empapado en ella.
Cuando Raquel y Andrés llegaron, se encontraron con esta carnicería.
Rachel jadeó y se apresuró a acercarse. «¡Brian, cálmate!»
Brian estaba más que calmado. La idea de Natalia atormentada, unida a su propio sentimiento de culpa, hizo que se aborreciera aún más.
Sin embargo, la presencia de Rachel le apartó poco a poco del borde.
Tambaleándose, abrazó a Rachel. «Siento haberte puesto en peligro de muerte. Y por dejar que Natalia saliera herida. ¡Soy horrible!»
Rachel le dio una palmadita en el hombro y retrocedió rápidamente, creando una barrera entre ellos.
Su mirada era fría y distante. «Como lo hecho, hecho está, lamentarse es inútil. Gracias por venir hoy a rescatarla. Después de todo esto, ella y yo sólo queremos una vida tranquila y sencilla. Así que espero que tú y Tracy no nos molestéis más».
Rachel pasó junto a él sin mirarle dos veces.
La mano de Brian se extendió instintivamente, tratando de agarrarla.
Pero cuando sus dedos casi rozaron los de ella, su mano se cerró en un puño.
Y así, se cruzaron en silencio.
Dentro de la habitación, al ver a Rachel, Natalia dio unos pasos hacia delante y se lanzó a sus brazos.
Las emociones que había estado reprimiendo estallaron.
Se aferró a Rachel, sollozando incontrolablemente, sus lágrimas cayendo en cascada por sus mejillas.
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