El requiem de un corazón roto - Capítulo 434
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Capítulo 434:
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«De acuerdo.
Pero cuando volvió a tumbarse, un pensamiento repentino la sacudió. Natalia. Ella también se había caído a la piscina.
El corazón de Rachel latía con fuerza mientras cogía su teléfono y lo encendía a toda prisa.
La pantalla se iluminó con varias llamadas perdidas. Brian había llamado, y también Natalia.
Con el corazón acelerado, volvió a marcar, pero no hubo respuesta.
Era tarde, ¿Natalia dormía?
Sin embargo, cuanto más tiempo pasaba allí tumbada, más inquieta se sentía.
Natalia nunca había ocultado sus sentimientos. Las acciones de Brian hoy deben haberla golpeado duro.
Pero, ¿por qué tantas llamadas? Algo no iba bien.
Rachel se levantó de un salto y se vistió rápidamente.
Andrés se dio cuenta y frunció el ceño. «¿Adónde vas?»
«Es Natalia. Tengo un mal presentimiento. Necesito encontrarla».
«Está diluviando. Iré contigo».
«Gracias».
Bajo la lluvia torrencial, Andrés llevó a Raquel al hotel en menos de veinte minutos.
En recepción, comprobó los registros y las grabaciones de vigilancia: Natalia no había vuelto.
A Rachel se le revolvió el estómago y su malestar aumentó.
Se llevó una mano a la frente, con la ansiedad apretándole el pecho. «Tenemos que encontrar a Natalia ya. Tengo miedo de que haya pasado algo».
Andrés la tranquilizó. «Tranquila. Haré que mi gente empiece a buscar inmediatamente».
«Gracias. ¿Deberíamos denunciarlo también a la policía?»
«Definitivamente. Cuantas más manos en esto, mejor».
Rachel vaciló, ensimismada.
Tras una larga pausa, finalmente llamó a Brian.
Brian respondió casi al instante, con la voz rebosante de excitación.
«Rachel, ¿estás despierta? ¿Cómo te sientes?»
«Todavía respira, supongo.»
«¿Dónde estás? Iré a buscarte», respondió con impaciencia.
«Olvídate de mí. No puedo contactar con Natalia. Algo va mal. Consigue a alguien que lo investigue… ahora».
Rachel colgó el teléfono, con el corazón hecho una tempestad.
La ansiedad le marcó las cejas.
Fuera, la lluvia continuaba su implacable aguacero.
Andrés la guió hasta el coche, buscando refugio de la lluvia.
Sin embargo, el tamborileo de las gotas de lluvia contra el tejado no hacía sino amplificar la inquietud de Rachel.
Al ver su rostro pálido, Andrés le cubrió suavemente la mano con la suya, dándole un apretón tranquilizador. «No te preocupes. He dado instrucciones. Pronto tendremos noticias».
«Gracias».
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