El requiem de un corazón roto - Capítulo 412
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Capítulo 412:
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Rachel prefería comidas ligeras por la noche, así que eligió unos platos sencillos.
Después de elegir, encontró una mesa y esperó a Natalia.
Unos minutos más tarde, Natalia reapareció con la bandeja llena de comida. Rachel se quedó mirando la bandeja rebosante.
—¿De verdad te vas a comer todo eso?
—¡Por supuesto! No tienes ni idea: me he pasado toda la tarde de compras esperándote. Me duelen mucho las piernas y estoy muerta de hambre. Si no como algo rico, me desmayo —declaró Natalia sin dudarlo.
Rachel frunció el ceño. —¿Has esperado toda la tarde? ¿Por qué no me has llamado?
Natalia dio un bocado antes de responder: —No quería molestarte en el trabajo. Además, solo estaba pasando el rato, así que pensé que podría ir de compras. No es gran cosa, solo un poco agotador.
Se puso a comer con entusiasmo, sin mostrar ni una pizca de la arrogancia típica de una heredera rica.
Rachel no esperaba ver ese lado de ella. Tenía que admitirlo: le gustaba el carácter libre y directo de Natalia.
Después de terminar de comer, Natalia se inclinó hacia delante y preguntó: «¿Qué te parece la comida?».
Rachel asintió. «Está bastante buena».
«¿Y el ambiente?».
«También está bastante bien».
Natalia apoyó la barbilla en las manos y puso cara seria. —¿Y si Jeffrey consiguiera trabajo aquí? ¿Qué te parecería?
Rachel se quedó desconcertada. No era de extrañar que Natalia hubiera sido tan misteriosa con la sorpresa e insistiera en cenar allí.
—Espera, ¿lo dices en serio? —preguntó Rachel, conteniendo a duras penas su emoción.
Natalia parpadeó y sus ojos brillaron. —¡Por supuesto! ¿Desde cuándo te he mentido?
—Pero sabes cómo está Jeffrey —le recordó Rachel con cautela.
No es que dudara de Natalia. Simplemente no quería prepararse para una decepción. Era mejor aclarar las cosas de antemano.
Natalia asintió con entusiasmo. —Lo sé. Ya me he encargado de todo. Esta fábrica tiene puestos especiales para gente como Jeffrey.
El corazón de Rachel dio un salto de esperanza. —¿Puedo verlo?
—¡Por supuesto!
Natalia sacó su teléfono y marcó un número.
Unos instantes después, un empleado con uniforme de fábrica se acercó y se detuvo respetuosamente frente a Natalia.
—Señorita Carpenter, el gerente nos ha pedido que le ayudemos en lo que necesite.
—¡Estupendo! Enséñenoslo todo.
—Por aquí, por favor.
Cuando terminó la visita, Rachel estaba radiante de emoción. Se volvió hacia Natalia con los ojos llenos de gratitud.
—Muchísimas gracias. No sé cómo expresarlo con palabras.
—Oh, no seas tan dramática. ¡No ha sido nada! Se lo comenté a mi padre y él se encargó del resto.
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