El requiem de un corazón roto - Capítulo 393
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Capítulo 393:
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El ambiente, antes tan animado, ahora parecía vacío, y el desayuno sobre la mesa se enfriaba a medida que el calor abandonaba la habitación.
Las manos de Rachel temblaban mientras alcanzaba un vaso de agua, y sus dedos luchaban por agarrarlo correctamente.
Al darse cuenta de su angustia, Andrés se acercó y le puso el vaso en la mano con delicadeza.
—Tómate tu tiempo —le dijo en voz baja, con tono tranquilizador—. No hay prisa.
Rachel dio unos sorbos rápidos y el agua fría le ayudó a calmar los nervios. Poco a poco, la tensión en su pecho comenzó a disminuir y sintió que recuperaba la compostura.
—Ahora está enfadado, pero probablemente no se haya ido muy lejos. Si quieres explicarle, aún estás a tiempo —sugirió Andrés con tono amable y alentador.
Rachel dejó el vaso y negó con la cabeza.
—Es mejor así —respondió en voz baja.
Después de separarse, no quería reabrir viejas heridas ni complicar aún más las cosas.
Al día siguiente, Rachel se maquilló cuidadosamente para ocultar su palidez antes de salir a encontrarse con Elsa.
Cuando llegó, Elsa ya estaba sentada, con dos tazas de café humeantes sobre la mesa, cuyo rico aroma llenaba el aire. Estaba claro que lo había preparado todo con antelación.
—¡Rachel, ya estás aquí! ¿Qué tal el tráfico? —la saludó Elsa con calidez, levantándose con una sonrisa radiante.
—Bastante bien —respondió Rachel, devolviéndole la sonrisa.
—Por favor, siéntate. No hay necesidad de formalidades.
Aunque Rachel insistió, Elsa esperó a que ella se sentara antes de acomodarse en su silla.
Elsa llamó al camarero y le pasó la carta a Rachel.
—Echa un vistazo y mira si hay algo más que te apetezca. No te cortes, pide lo que quieras —le dijo con una cálida sonrisa.
Rachel negó con la cabeza suavemente.
—Este café es perfecto por ahora.
—¿Qué tal algo dulce? Un postre no te hará daño; siempre has mantenido muy bien la línea —insistió Elsa, con tono alegre pero insistente.
Rachel no pudo evitar notar la inusual deferencia en el comportamiento de Elsa, casi como si se estuviera esforzando demasiado por complacerla.
Era inesperado. Rachel conocía a Elsa desde hacía años y estaba familiarizada con su personalidad segura y enérgica. Siempre había sido orgullosa y segura de sí misma. Aunque no procedía de una familia rica, nunca le había faltado de nada y había crecido rodeada de cariño. Su carácter directo y vivaz nunca le había obligado a actuar de forma tan… sumisa.
El cambio en el comportamiento de Elsa dejó a Rachel desconcertada.
—Elsa, de verdad, no hace falta que te molestes. Acabo de desayunar, así que no tengo hambre. Si más tarde me apetece algo, pediré. Y, por favor, siéntate —dijo amablemente, con la esperanza de aliviar la incomodidad.
Elsa finalmente sonrió y asintió con la cabeza.
—Está bien.
Sin embargo, incluso después de sentarse, su expresión seguía tensa. Sus manos jugueteaban sobre la mesa, apretando y aflojando los dedos con un ritmo inquieto que delataba su confusión interior.
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