El requiem de un corazón roto - Capítulo 388
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Capítulo 388:
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Sus posiciones eran extrañamente cómicas.
Andrés estaba desplomado sobre la mesa, con el brazo debajo de la cabeza y la cara oculta, pero aún así conservaba un aire de elegancia, como si incluso dormido se negara a parecer desaliñado.
Brian, por su parte, yacía estirado en el sofá, con la cara enrojecida por el alcohol. Su postura era decente, pero mucho más relajada en comparación con la de Andrés.
Al ver el estado en que se encontraban, Jeffrey no perdió tiempo y se apresuró a despertar a Rachel.
Ella solo había pensado en tumbarse un momento, pero el cansancio había podido con ella y se había quedado dormida.
—¡Rachel, despierta! Brian y Andrés están completamente fuera de combate. ¡Tienes que ver esto!
Al entrar en el salón, Rachel descubrió que ambos hombres estaban muy afectados por el alcohol. Tras evaluar la situación, llegó a la conclusión de que lo mejor era llamar a sus respectivos asistentes para que los llevaran a casa. Inmediatamente se puso en contacto con Ronald, el asistente de Brian, que respondió rápidamente.
Sin embargo, el verdadero reto era Andrés. Rachel se encontraba en un callejón sin salida, ya que no tenía el número de contacto de su asistente y no le parecía apropiado buscarlo en su teléfono, que además estaba protegido con contraseña.
Durante un momento, se quedó allí, sin saber qué hacer. Tras una breve pausa, decidió intentar despertar a Andrés. Primero lo sacudió suavemente, luego con más insistencia, pero él no respondía, y su respiración pesada era prueba de lo mucho que le había afectado el alcohol.
Sin alternativas viables, Jeffrey sugirió: «Rachel, como es tu amigo, ¿por qué no lo dejamos quedarse a dormir?».
Rachel dudó, frunciendo ligeramente el ceño. Ella y Andrés no eran especialmente amigos, pero al no tener otra alternativa, aceptó a regañadientes.
—Puede quedarse —dijo Rachel, con tono mesurado—. Es un socio importante. Jeffrey, ¿podrías dormir en el salón esta noche?
—Por supuesto —respondió Jeffrey sin dudarlo—. Puede quedarse en mi habitación. Yo estaré bien aquí fuera.
—Gracias —respondió Rachel, con voz cálida y agradecida.
Jeffrey le dedicó una sonrisa tranquilizadora. —No hay de qué.
Una vez acordado el plan, comenzaron a preparar todo para trasladar a Andrés a la habitación de Jeffrey. Sin embargo, la tarea resultó mucho más difícil de lo esperado. Andrés pesaba mucho más de lo que pensaban en su estado de embriaguez, lo que les impedía moverlo.
Mientras estaban allí, sin saber qué hacer, el sonido del timbre rompió el silencio.
Era Ronald, que había llegado para hacerse cargo de Brian. Inmediatamente tranquilizó a Rachel: «Confíe en mí, me aseguraré de que el Sr. White sea acompañado a casa sano y salvo».
«Gracias por venir tan tarde», le agradeció Rachel.
«Cuidar de él es parte de mi trabajo», respondió Ronald con actitud profesional. Con facilidad, le pasó el brazo de Brian por los hombros y lo guió hacia la puerta.
Al observar cómo Ronald manejaba hábilmente a Brian, Rachel aprovechó la oportunidad para pedirle más ayuda. «Ronald, ¿podrías ayudarnos con otro asunto?».
«Por supuesto. ¿Qué puedo hacer por ti?», respondió Ronald.
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