El requiem de un corazón roto - Capítulo 376
✨ Nuevas novelas cada semana, y capítulos liberados/nuevos tres veces por semana.
💬 ¿Tienes una novela en mente? ¡Pídela en nuestra comunidad!
🌟 Únete a la comunidad de WhatsApp
📱 Para guardarnos en tus favoritos, toca el menú del navegador y selecciona “Añadir a la pantalla de inicio” (para dispositivos móviles).
Capítulo 376:
🍙 🍙 🍙 🍙 🍙
Yvonne no sabía qué decir. ¿Feliz? ¿Qué había para estar feliz? Esto era una pesadilla.
Aunque no tenía pensado ayudar a Rachel, estaba deseando pasar unos días tranquila.
Con Norton cerca, apenas había tenido un momento para respirar. Estaba constantemente atendiendo sus demandas solo para ganarse su aprobación para trabajar fuera.
Era agotador. Incluso humillante.
Ahora que por fin se había ido de viaje de negocios, estaba saboreando su libertad. Pero antes de que pudiera disfrutarla plenamente, ¿ya estaba volviendo?
Con una sonrisa que parecía más desgarradora que las lágrimas reales, Yvonne preguntó: «¿No dijiste que el proyecto era complicado y que te llevaría al menos una semana? ¿Por qué has vuelto tan pronto?».
«Las cosas han ido mejor de lo esperado», respondió él con naturalidad.
Al oír eso, Yvonne se quedó sin palabras.
—Ven a recogerme al aeropuerto mañana. Nos vemos entonces —añadió Norton antes de colgar, dejándola mirando el teléfono con incredulidad.
—No tengo tiempo —dijo Yvonne con voz firme, en una rara muestra de rebeldía.
—¿No quieres salir a buscar trabajo? —El tono de Norton era tranquilo, casi indiferente, como si su respuesta no le importara lo más mínimo.
Yvonne apretó los puños y se clavó las uñas en las palmas. Si Norton estuviera delante de ella en ese momento, no dudaría en borrarle esa sonrisa de satisfacción de la cara. ¿Disfrutaba amenazándola? ¿Era algún tipo de hábito retorcido?
—¿Por qué estás tan callada? —insistió Norton.
Yvonne respiró hondo. —Norton, de verdad que tengo algo importante que hacer. Ya sea que lo veas como un favor o un simple acto de misericordia, a veces, un pequeño gesto de amabilidad significa mucho para mí».
Norton esbozó una lenta sonrisa, con una voz tan fría como el hielo. «¿Ah, sí? Ya deberías saberlo. Yvonne, nunca he sido muy caritativo».
«Entonces quizá sea hora de que lo intentes», replicó ella. «¿Quién sabe? Quizá una buena acción cambie tu vida para mejor».
Norton se rió entre dientes, sin inmutarse. —No hace falta. Mi vida ya es perfecta.
Yvonne se mordió la lengua. Tenía muchas ganas de insultarlo allí mismo. ¡Qué imbécil! Siempre sabía exactamente cómo sacarla de quicio.
—Norton, lo digo en serio. Tengo algo importante que hacer.
—¿Y qué podría ser más importante que yo? —preguntó Norton.
—Bueno, es solo que…
Pero antes de que Yvonne pudiera decir otra palabra, Norton la interrumpió. —Si consigues mantenerme satisfecho durante los próximos días, me aseguraré de que tengas libertad para trabajar. Pero si dejas pasar esta oportunidad, no habrá una segunda oportunidad. La decisión es tuya.
Yvonne estaba preparada para discutir, para resistirse y negociar, pero antes de que pudiera hacerlo, la línea se cortó. Volvió a llamarlo, pero él ignoró sus llamadas a propósito.
En cambio, un mensaje iluminó su pantalla.
Era un mensaje de Norton con los detalles de su vuelo, incluyendo el aeropuerto exacto, el número de vuelo y, lo más importante, su hora de llegada. Apretó la mandíbula con frustración cuando apareció otro mensaje. «Solo tienes una oportunidad; no la desperdicies». El significado era dolorosamente claro.
.
.
.