El requiem de un corazón roto - Capítulo 372
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Capítulo 372:
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—Toma, quizá te alivie la garganta para la próxima ronda de reprimendas —se burló Tracy.
Rachel la miró con frialdad, consciente de su artimaña. —No finjas que no sé a qué estás jugando.
En ese momento, se oyeron pasos fuera de la puerta.
Tracy entró en acción y dejó caer descuidadamente el vaso que sostenía.
Al instante, el sonido del cristal rompiéndose llenó la habitación.
Brian abrió la puerta de un golpe y entró apresuradamente.
Al ver los cristales rotos y el agua derramada, se centró rápidamente en Rachel. —¿Estás herida? ¿Te has quemado con el agua caliente?
Luego trajo un vaso de agua tibia y se lo entregó a Rachel. —La próxima vez que necesites agua, avísame. No vayas a buscarla tú misma.
Tracy, con los labios apretados, hería de rabia. Brian había pasado por alto su presencia por completo, asumiendo que Rachel era la responsable del accidente.
—Brian… —murmuró ella vacilante.
—¿Has traído todos los documentos necesarios? —preguntó Brian, sin apenas mirarla.
—Sí, los tengo —respondió Tracy.
—Bien, ya puedes irte. —La despidió con tono distante.
—Me he quemado la mano. ¿Podrías ayudarme a buscar una pomada? —pidió Tracy, mostrando su mano enrojecida e hinchada.
Frunció los labios, logrando parecer angustiada y convincentemente inocente.
—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó Brian.
Tracy dudó un momento antes de responder: «Estaba intentando darle agua a Rachel porque parecía muy débil. Por desgracia, no tuve cuidado y se me resbaló el vaso, salpicándome con agua caliente».
Por una vez, Tracy se abstuvo de implicar a Rachel en su relato. Su intención original había sido culpar a Rachel, pero al observar la preocupación de Brian, cambió de estrategia.
Optó por un enfoque diferente y se arriesgó.
Brian se dirigió entonces a Rachel. —¿Todavía necesitas agua?
Rachel le devolvió el vaso con un suave movimiento de cabeza.
Su larga historia juntos le había dado un profundo conocimiento de él. Casi podía leer su mente sin que él hablara.
—Debes hacer lo que creas conveniente. No voy a dictarte lo que tienes que hacer —dijo con calma.
—Descansa un poco. Volveré enseguida —le aseguró Brian.
Rachel asintió con la cabeza y se recostó en la cama. Brian se volvió hacia Tracy y le advirtió: «La próxima vez, ten más cuidado. Vamos a que te lo curen».
Tracy se animó al enganchar su brazo al de él. «No me duele con tú a mi lado».
Se marcharon uno al lado del otro, con sus siluetas visibles a través del cristal esmerilado.
Desde su posición, Rachel los observaba en silencio.
Brian avanzó a paso mesurado, esperando en silencio que Rachel lo llamara. Había decidido no irse si ella mostraba alguna vacilación o le pedía que se quedara.
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