El requiem de un corazón roto - Capítulo 371
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Capítulo 371:
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«Entonces déjame darte de comer». Sugirió en tono juguetón, «Con mi propia boca».
«Está bien, probaré un poco».
Rachel se quedó sorprendida después de probar el primero. Se parecía a los raviolis de esa famosa tienda al norte de la ciudad, aunque dudaba que fueran los mismos. Sin embargo, el sabor era inconfundiblemente similar.
«¿Son de la tienda al norte de la ciudad?», preguntó con curiosidad.
Brian simplemente respondió: «Si te gustan, toma más».
Rachel seguía desconcertada. «Pero está muy lejos. ¿Cómo es posible que estén tan frescos y calientes, como recién hechos?».
No podían estar tan perfectos y humeantes, como recién cocinados.
«¿Cómo lo has conseguido?», preguntó Rachel, cada vez más intrigada.
Brian estuvo a punto de revelar el secreto, pero decidió bromear un poco. «Termina de comer y luego te lo explico».
Al final, Rachel se terminó los raviolis.
«¿Ahora me lo cuentas?».
«Solo compré unos raviolis crudos y los cociné en la cocina del hospital», explicó Brian.
Rachel se sintió inesperadamente conmovida por su gesto. «¡Muchas gracias!».
«Asegúrate de tomártelo con calma y seguir todas las instrucciones del médico», le indicó Brian, dejando claro que no tenía intención de marcharse pronto.
«¿Y tú qué vas a hacer?».
«Me quedaré aquí contigo», respondió con tono decidido.
Brian cumplió su palabra durante los dos días siguientes.
A la mañana del tercer día, Tracy llegó cargada con una pila de carpetas voluminosas.
«Brian, ¿estás ahí?», gritó. «¡Ya entro!». Dicho esto, empujó la puerta.
Una mirada de asombro se dibujó en su rostro al ver a Rachel. —¿Qué haces aquí?
—¿A quién esperabas? —replicó Rachel.
—Tenía la impresión de que Doris era la que se quedaba aquí, sobre todo después de su reciente intento de suicidio —dijo Tracy, con una expresión de envidia en el rostro.
Se rumoreaba que Doris había tenido un accidente en una operación de cirugía estética y había intentado quitarse la vida por ello. Tracy creía que Brian estaba cuidando de Doris durante ese periodo. No le había dado mucha importancia hasta ahora, pero se dio cuenta de que sus suposiciones habían sido erróneas todo el tiempo.
—Ahora que has entregado los documentos, te agradecería que te marchases —dijo Rachel con frialdad.
—¿Por qué tanta hostilidad? —replicó Tracy con dureza.
—Esto es todo lo que vas a obtener de mí —respondió Rachel.
Tracy se quedó sin palabras por un momento; su irritación era evidente. Su mirada recorrió la habitación y se detuvo en una taza sobre la mesa.
Llenó un vaso con agua caliente y se dirigió con determinación hacia Rachel. —Debes de estar sedienta. Bebe agua.
—No la necesito —dijo Rachel.
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