El requiem de un corazón roto - Capítulo 361
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Capítulo 361:
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Aliviada por su presencia, Doris intentó bajar, pero sus extremidades, entumecidas por estar sentada demasiado tiempo, le fallaron y resbaló.
«¡Doris!», gritaron Brian y Aron al unísono, con voces roncas por el pánico mientras se abalanzaban hacia ella.
Debby, paralizada por el miedo, permaneció en silencio. Solo se sintió aliviada cuando vio que Brian sujetaba firmemente a Doris. Se tocó el pecho con alivio y susurró: «Oh, gracias a Dios. Ha sido horrible». Aron, pálido y sudoroso, se unió rápidamente a ellos y ayudó a Brian a poner a Doris a salvo. Abrumada por la terrible experiencia, Doris se derrumbó y lloró desconsoladamente en los brazos de Brian.
Sus lágrimas comenzaron a brotar en un hilo silencioso, pero pronto se convirtieron en un torrente incontrolable. «Ha sido muy aterrador. Lo siento, he actuado de forma imprudente y estúpida. Casi te hago daño. Prometo que no volveré a hacer algo así».
Doris siguió derramando su culpa, con sollozos descontrolados y sin contener, cada uno de ellos una liberación de la angustia que la consumía.
Mientras tanto, Rachel observaba la resolución de la crisis desde abajo, manteniendo su actitud tranquila. «Te aseguré que estaría bien», comentó con indiferencia.
La enfermera, intrigada por la aparente clarividencia de Rachel, bromeó: «Señora Marsh, parecía tan segura. ¿Es usted clarividente? ¿Podría predecir mi futuro también?».
Con una sonrisa triste, Rachel respondió: «No poseo poderes místicos ni ninguna capacidad especial para predecir el futuro. Mi confianza estaba en el hombre de arriba, no en la adivinación».
«Ya veo», respondió la enfermera, intuyendo la reticencia de Rachel a dar más detalles y decidiendo no insistir.
De vuelta en la habitación de Doris, después de consolarla durante unos minutos, Brian finalmente vio cómo una calma gradual se apoderaba de ella. Sus lágrimas se secaron y su respiración se normalizó, lo que indicaba un momento de tranquilidad tras la tormenta.
La mirada de Debby se desplazó entre Aron y Brian, ambos visiblemente agotados y agobiados por la ansiedad. Volviéndose hacia Doris, su tono se volvió firme y serio. «Doris, debes darme tu palabra: no tomes más decisiones impulsivas. Si te pasara algo, llevaríamos esa culpa el resto de nuestras vidas. Lo que acaba de pasar ha estado muy cerca. Si no hubieran llegado a tiempo, el resultado habría sido insoportable para ellos».
Doris, reconociendo el tono serio en la voz de Debby, era consciente de la gravedad de la situación. Habiendo vivido con la familia White durante tanto tiempo, era muy consciente de las intrincadas relaciones que existían. El afecto de Carol y Héctor por ella provenía del profundo apego de Aron; su amor era un reflejo del suyo.
Brian la trataba como a una más de la familia, y su vínculo se había fortalecido con los años compartidos y el cariño mutuo. Pero Debby era diferente. La amabilidad de Debby hacia ella nacía del deber; Aron la había acogido en su casa y las expectativas sociales exigían un cierto grado de cordialidad. Sin embargo, en el corazón de Debby, Brian siempre ocupaba el primer lugar.
Doris era consciente de que su relación con Debby dependía de cómo sus acciones afectaran a Aron y Brian. Un paso en falso podría convertir el afecto forzado de Debby en resentimiento absoluto. Era un equilibrio delicado, que Doris ahora comprendía que debía manejar con cuidado para mantener la empatía y la preocupación de Debby, en lugar de inclinar la balanza hacia el desagrado.
Doris comprendió la gravedad del momento y habló con sincera sinceridad: «Lo siento mucho. Ha sido culpa mía; me he dejado llevar por mis emociones. Pero te prometo que recuperaré la compostura y viviré mi vida con determinación para que no tengas que preocuparte más por mí».
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