El requiem de un corazón roto - Capítulo 359
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Capítulo 359:
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Así que Debby no exageraba. Doris realmente había intentado suicidarse.
Pero Rachel tenía la sensación de que solo era una estratagema para ganarse la simpatía de Brian. Doris estaba caminando por una cuerda floja muy peligrosa, una que incluso alguien tan audaz como Tracy dudaría en cruzar.
—Señora Marsh, el hospital y la familia de la paciente se están encargando de todo. Ya se ha llamado a la policía. Volvamos —dijo la enfermera con delicadeza, observando atentamente a Rachel.
Estaba claramente preocupada por cómo se encontraba Rachel.
—Tranquila. No va a saltar. Esperemos un poco más —dijo Rachel con calma.
Sabía que Doris se había esforzado mucho para montar toda esta escena, solo para llamar la atención de Brian.
Sin él allí, era imposible que lo hiciera.
Alguien tan calculadora como Doris nunca arriesgaría su vida.
La escena se intensificó y los llantos de Doris se hicieron aún más lastimosos.
—Debby, lo siento. No puedo seguir. Me da demasiada vergüenza mostrar mi cara. Ahora soy horrible. ¡Nadie volverá a quererme!
Se derrumbó en un llanto incontrolable.
En ese momento, se oyeron pasos apresurados y Debby aprovechó el momento.
«¡Doris, cálmate! No hagas nada drástico. ¡Brian está aquí! Ha venido a verte, te ayudará».
Al oír eso, Doris pareció relajarse un poco, con un atisbo de esperanza en los ojos.
«¿Hablas en serio?
Escucha, ¡está justo ahí fuera!».
Unos segundos más tarde, la puerta se abrió de golpe.
Doris se giró ansiosa, esperando ver a Brian, pero no era él.
En su lugar, Aron estaba allí, sin aliento y tenso.
En cuanto lo vio, sintió una pequeña decepción.
Mientras tanto, Debby, desesperada por ayuda, se aferró a su brazo con un agarre tembloroso. «Menos mal que has llegado. Habla con ella. ¡Está a punto de hacer una locura!».
A Aron le sudaban las manos y tenía todo el cuerpo tenso. Doris era la única hija de su difunto amigo. Si le pasaba algo, nunca se lo perdonaría.
—¡Doris, por favor! Baja. No hagas nada drástico. Tenemos muchos recursos y te arreglaremos la cara, cueste lo que cueste. —Mantuvo la voz firme, tratando desesperadamente de hacerla entrar en razón.
Pero eso no era lo que Doris quería oír.
—Lo siento. Sé que siempre me has tratado como a una hija, pero… no puedo seguir siendo una carga para ti.
Con esas palabras, soltó una de las manos, dispuesta a saltar.
Aron y Debby se quedaron paralizados, con la respiración entrecortada por el miedo que los invadió. El aire se sentía pesado, cargado de desesperación, pero Aron logró recuperar un hilo de cordura. «¡Detente! Doris, piensa en Blian. Ustedes dos siempre han compartido algo especial. Si haces esto, él nunca se lo perdonará. ¿De verdad quieres dejarlo con esa carga?».
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